AMARZAD, EL MAGO FLOR Y LOS CINCO REINOS
Saïd Alami
En entregas semanales
ENTREGA 7
30 marzo 2022
……………….El mago Flor la
tranquilizó asegurándole que nada malo le iba a suceder a su reino, pero que
debía mantener esa información, así como todo lo que hablaran entre ellos, en
hermético secreto, salvo que él le indicara lo contrario.
También le dijo, dubitativo, que necesitaba su ayuda
y le explicó de qué se trataba. La verdad es que el mago Flor no tenía más
remedio que pedir la ayuda de Amarzad, ya que ella era la dueña y señora
absoluta de la sortija que llevaba, pero no estaba seguro si la niña
comprendería la importancia de su ayuda en la empresa para localizar a la
bruja. Tal vez se echase atrás por miedo a la bruja, pues él no ignoraba los
peligros que para ella entrañaba su participación en semejante aventura.
Además, y según las reglas y leyes de la Gran Hermandad Galáctica, ella tenía
derecho a ser protegida por el mago Flor, y pedirle ayuda cuantas veces
necesitase, mientras que el mago Flor no tenía derecho a exigirle que le
prestase ayuda, en ningún caso.
—Sabes, mago Flor, que dispones hasta de mi vida si
fuera necesario —dijo Amarzad—. No dudes nunca de mi lealtad, pues tu lealtad
hacia mí es incuestionable, según pude ver y verificar yo misma.
Al oír esto, el mago Flor recordó de una vez para
siempre que Amarzad ya no era ninguna niña. Sus palabras le hicieron sentirse
enormemente feliz, pues tuvo la sensación de que ya, por fin, tenía una hija.
Los dos se dieron un abrazo y se despidieron quedando en verse al anochecer en
el palacio del mago Flor,
a donde ella sería transportada al instante cuando llegase el momento de
reanudar la búsqueda de Kataziah.
Capítulo 6. El mago Flor frente a Kataziah
La bruja Kataziah no tenía un
pelo de tonta y ya estaba al tanto de la liberación del mago Flor, aunque no
sabía nada de su viaje al planeta Kabir ni de la condena que le había caído
encima por parte de la Hermandad Galáctica. Tampoco conocía la estrecha amistad
que el mago mantenía con Amarzad, convirtiendo a la hija del sultán en su
protegida.
Cuando el mago Flor y sus seguidores intentaban
reiteradamente localizarla se descubrieron: al captar su silueta, ella también
pudo detectar, en su esfera, el rostro borroso del mago Flor, pero sin poder
determinar su ubicación, aunque intuía que no andaba lejos de ella.
Sin embargo, Kataziah estaba tranquila, a pesar de
que sabía que su enemigo había reunido a muchos de sus partidarios, había
calculado que el mago Flor no disponía de los recursos para localizarla
rápidamente. Lo que ella no sabía ni se la había pasado por la cabeza era la
existencia de Amarzad ni de su potentísima y flamante sortija.
Así, Kataziah tranquila se dispuso, junto a Narus,
Wantuz y demás brujas y brujos, a localizar al mago Flor para intentar
neutralizarle nuevamente y poder así seguir con sus fechorías de brujería
negra, sin serios obstáculos, como el que suponía para ella la existencia del
mago Flor.
La guerra entre ambos bandos había tomado un nuevo
cariz, intensificándose radicalmente.
Al caer la noche, el mago Flor, Amarzad e Hilal se reunieron en el Nuevo
Palacio, nombre que el gran mago puso a su recién estrenada morada. Siguiendo
las instrucciones del mago Flor, los tres empezaron a acariciar sus sortijas,
pasando a frotarlas suavemente, luego cada vez con más fuerza, hasta llegar a
la frotación enérgica y rápida. Las sortijas de Amarzad e Hilal quedaron
conectadas mágicamente a la del mago Flor, irradiando ambas intensos haces de
rayos rectos y multicolores, que vibraban a una alta frecuencia e intensidad,
enganchados a la esfera de la sortija del mago Flor.
A la misma hora, en el caserón de la bruja
Kataziah, en el otro extremo de la ciudad de Dahab, en medio de otro bosque, se
iniciaba la reunión de esta con su hijo, su hermano y una veintena de brujos y
brujas de la nigromancia. Ninguno disponía de esfera salvo Kataziah, pues esta,
temiendo la traición de los suyos, no había transferido a ninguno de ellos el
secreto para crear una esfera mágica, lo cual convirtió su propia esfera en un
objeto muy deseado por los demás miembros de su clan, hasta el punto de que
algunos de ellos, incluso su propio hermano, habían intentado robársela.
La función de los allí reunidos con
Kataziah era la de centrar sus poderes para ayudarla a localizar al mago Flor.
Confabulados todos ellos alrededor de la esfera, que inundaba la estancia con
una luz mortecina capaz de encoger el alma de cualquier persona corriente que
hubiera podido verla. Todos los ojos y mentes estaban centrados en aquella
esfera que, en realidad, tenía el doble poder de detectar a cualquier ser vivo,
y, a la vez, de ocultar a Kataziah, impidiendo en lo posible que fuera
localizada. No tenía más poderes. Al contrario que la sortija del mago Flor,
que, además de localizar y ocultar, poseía un sinfín de poderes, como el de
impedir cualquier ataque contra su persona mediante la creación a su alrededor
de una especie de burbuja inquebrantable e impenetrable, aunque invisible. La
sortija creaba esa burbuja espontánea e instantáneamente en cuanto se acercara
velozmente al mago Flor cualquier objeto o ser vivo, por muy pequeño que fuera,
pudiendo él desactivarla mediante su poder mental. El mago Flor podía, además,
crear ese escudo protector a su alrededor a voluntad propia y de un modo fugaz.
En cambio, la sortija de Amarzad, además de ser un arma formidable y poderosa,
era potentísima para localizar seres vivos, pero carecía de poder de
ocultación, pues cuando Xanzax creó esa sortija lo que pretendía era que ella
pudiera localizar siempre a quien quisiera, especialmente al mago Flor.
Las sesiones de búsqueda mutua comenzaron en el palacio y en el caserón,
respectivamente, casi a la vez. En el salón principal del palacio, las sortijas
despedían cegadoras luces que, sin embargo, no molestaban ni a los magos ni a
Amarzad, quien estaba muy cómoda en su papel, como si llevara años practicando
con su sortija.
De repente, apareció la espantosa cara de
Kataziah, clarísima y nítida, en la esfera del mago Flor, además del caserón
donde vivía y sus alrededores. El gran mago e Hilal supieron al instante dónde
se encontraba exactamente la bruja, su hijo y su hermano, cuyos rostros vieron
también y reconocieron, al igual que a todos los brujos que los acompañaban en
el caserón. Amarzad quedó impresionada al ver asomarse por la esfera del gran
mago el rostro esperpéntico de Kataziah. Instantes
después, todos los ayudantes del gran mago, encabezados por Hilal, junto a
Amarzad, se habían instalado alrededor del caserón, rodeándolo por completo.
Por su parte, la
malvada bruja, al ser detectada por el mago Flor y sus acompañantes, pudo
advertir a su vez nítidamente la cara de su enemigo, además de ver el bello
rostro de Amarzad, a quien reconoció enseguida, pues de sobra sabía quién era
la princesa y heredera del trono de Qanunistán. Pero Kataziah, atónita y con la
mirada fija en el rostro de Amarzad, no tuvo tiempo de reaccionar, y ante ella
ya estaba plantado el mago Flor, en medio del salón del caserón. Ella ignoraba
que al gran mago lo acompañaban sus ayudantes, quienes rodeando el exterior de
su guarida habían montado guardia esparcidos por el bosque.
La bruja se levantó de su asiento de un salto,
enormemente alarmada y asustada.
—¡Ya está aquí el maldito
Svindex entre nosotros! Vino por su propio pie —gritaba fuera de sí,
agresivamente, con todas sus fuerzas—. ¿Qué más podemos pedir? Todos a por él,
no le dejéis escapar.
Enseguida, el mago Flor estaba
rodeado de su halo protector, invisible e impenetrable. Mientras, los brujos,
se acobardaron, pues todos conocían sus enormes poderes y sabían que no era una
buena idea enfrentarse a él cara a cara.
Kataziah, al percibir la cobardía de todo su séquito
ante la presencia de su enemigo, reflexionó y decidió recurrir a la persuasión
y al engaño, y súbitamente se convirtió en una bellísima mujer.
—Bienvenido, querido Svindex
—dijo ella suavemente dirigiéndose al mago Flor—. Perdona mi reacción, he sido
un poco brusca, pero es que me asusté mucho al verte aparecer repentinamente
ante mí, aunque, siéndote sincera, te estaba esperando aquí con mi hijo, mi
hermano y estos amigos, a algunos ya los conoces. Otros han muerto durante tu
ausencia —dijo esto último fingiendo tristeza.
—Escucha, malvada e infame
Kataziah, y oídme —dijo el mago Flor en una voz tan alta que retumbaba en todos
los rincones del caserón—, vuestra jefa ha sido condenada por la Hermandad
Galáctica a la cárcel de por vida y tiene que acompañarme, hagáis lo que hagáis
y muy a pesar vuestro, me la llevaré conmigo, por las buenas o por las malas.
—¿¡Cómo!? ¿Que te llevas a mi madre? —interrumpió
Narus gritando envalentonado y muy indignado.
—Esto no es asunto tuyo —le increpó el mago Flor.
El mago Flor
no podía obviar los poderes de Kataziah ni los de su hijo, y sabía que
intentarían utilizarlos para zafarse de sus manos. Así que tenía ínfimas
esperanzas de poder llevarse a la bruja mayor sin librar con todos ellos un
violento enfrentamiento, que no sería el primero ni el último. Para eso dispuso
que Hilal y los demás magos permanecieran rodeando el caserón y apostándose en
otros lugares del bosque a la espera de recibir sus órdenes. También había
establecido una coraza invisible e impenetrable alrededor de Amarzad,
manteniéndola en el exterior y protegida por Hilal.
Kataziah sabía que los poderes
del mago Flor superaban los suyos y los de todos sus magos juntos, por lo que
decidió seguir por el camino del engaño, haciéndole una señal a su hijo para
que se callara.
—Querido Svindex —dijo manteniendo el tono de voz
dulce y empalagoso—, sabes que entre todos aquí podemos hacerte mucho daño, por
muy poderoso que seas, por lo que te propongo un trato.
Al escucharla, el mago Flor se cruzó de brazos y
sonrió con sorna, a la espera de que la bruja mayor hiciera su propuesta, pero
sin perder de vista ni por un segundo a cada uno de los presentes.
—Nos comprometemos, ante los
presentes, a abandonar por completo la práctica de la brujería negra, a lo
largo de los próximos 25 años, así como, no haceros daños ni a ti ni a la
princesa Amarzad, a cambio de que nos dejes en paz —dijo Kataziah, suavemente,
guiñándole un ojo al mencionar a Amarzad con un poco de sorna y mucha
advertencia.
Al escuchar
la mención de la princesa, el mago Flor no pudo más que fruncir el ceño,
ligeramente sorprendido, mientras la bruja lanzaba una sonora carcajada cargada
de desafío.
—Así que ya estás enterada de la presencia de la
princesa —dijo el mago Flor con voz templada y tranquila—. Pues ahora me
confirmas, infame bruja, que no hay nada que hablar contigo.
—Si te
llevas a mi madre, Amarzad correrá siempre peligro —dijo Narus gritando,
mientras Wantuz, conocido por su cobardía y carácter retorcido, permanecía con
la boca cerrada.
—Si llegas a
tocarle un pelo a la princesa, te destruyo antes de que llegues a parpadear, y
sabes que soy capaz, ya estás advertido —dijo el gran mago con voz atronadora y
amenazante, dirigiéndose a Narus.
Y dicho esto, el mago Flor se volvió hacia los demás
brujos y brujas diciéndoles con voz tranquila, pero cargada de una terrible
amenaza, tanto que a algunos de los presentes les flaqueaban las piernas al
escucharlo:
—A cualquiera de vosotros que se le ocurra molestar,
aunque sea de lejos, a la princesa Amarzad le prometo que no durará en este
mundo ni un instante más.
Llegados a este punto de
tensión, Narus se convirtió instantáneamente en un enorme león que se precipitó
sobre el mago Flor, rugiendo espantosamente, mientras Kataziah gritaba a su
hijo con todas sus fuerzas:
—¡No!… No hagas eso, estúpido… ¡No!
Los gritos de la bruja mayor no
sirvieron de nada y el salto del león fue recibido por tal golpe del puño
derecho del mago Flor que estrelló a Narus contra la pared, quien, recuperada
su figura humana, quedó con la cara ensangrentada e inconsciente. La
madre acudió a socorrer a su hijo.
—Pero que estúpido eres, hijo —gritaba Kataziah.
—Sabes que podría matarle si hubiera querido
—recordó el gran mago a la bruja—. ¿Por qué no me acompañas y así evitamos que
tu gente sufra mayores consecuencias mucho peores que esta?
Kataziah, inclinada sobre su hijo, intentando
reanimarle, lanzó una mirada de extremo odio al mago Flor. Sus ojos estaban
encendidos y ensangrentados: había recuperado su forma original de adefesio.
—No saldrás de aquí, Svindex, pues la primera vez te
convertí en flor, pero la próxima te convertiré en una despreciable cucaracha
—dijo la bruja susurrando agudamente, tanto que sus palabras sonaban a
silbidos.
Continuará