AMARZAD, EL MAGO FLOR Y LOS CINCO REINOS
Saïd Alami
En entregas semanales
(Entrega 16)
3 junio 2022
....Noruz entró y prácticamente corrió al encuentro del
rey, inclinándose exageradamente ante él, mientras lanzaba toda clase de
felicitaciones por el fracaso de la intentona. Todos los presentes se mantenían
en silencio incluido el sultán. Burhanuddin se mantenía callado.
Cuando acabó de repetir una y
otra vez su retahíla de felicitaciones, levantó los ojos hacia los presentes,
observando que todos le miraban con semblantes muy serios. Entonces se precipitó
hacia el rey, intentó tomar su mano para besársela mientras pedía perdón
amargamente, pero el sultán la retiró, impidiendo que el militar la alcanzara.
Mientras eso ocurría, Muhammad Pachá había ordenado traer a Hakim, jefe de la
Guardia Personal, quien se postró, al lado de Noruz, humillado y temeroso del
castigo que le esperaba, pidiendo perdón una y otra vez.
Qasem Mir ordenó callar a los dos militares, con lo
que reinó un silencio sepulcral en aquel salón de reducidas dimensiones, a
través de cuyos ventanales se filtraban suaves los rayos de sol. Todos los ojos
estaban pendientes del sultán y de la sentencia que iba a pronunciar contra los
dos culpables principales de gravísima negligencia.
El mago Flor observaba también, sin alejarse de Amarzad.
De repente, el mago vio que aparecían detrás de ambos caballeros culpables de
negligencia dos figuras oscuras y casi transparentes, que solo eran visibles
por él, percatándose enseguida de la llegada al palacio del poder de los brujos
de Kataziah. La conspiración de los brujos ya estaba en marcha, que era justo
lo que el gran mago venía temiendo y el motivo de haber permanecido allí junto
a Amarzad en aquellos momentos difíciles, con intención de proteger al sultán y
a su familia.
El rey habló ordenando a Noruz que se explicase.
—Nada tengo que alegar, majestad —respondió el
militar abatido y cabizbajo—. Nunca dejaré de culparme por tan grave incidente,
suplicándole a su majestad que tenga piedad de mí, puesto que nunca imaginé que
tan grave agresión pudiera tener lugar, y mucho menos dentro del palacio.
—¿Cómo explicas el acceso de estos dos criminales al
interior del palacio e incluso al salón del trono? —le espetó el sultán con voz
resonante.
El mago Flor no perdía de vista a aquellas dos
figuras negras y trasparentes que permanecían paradas y quietas detrás de los
dos caballeros. El gran mago, aún sin poder identificar la esencia de las
sombras, estableció un escudo protector invisible alrededor de cada uno de los
presentes en el salón, salvo los dos caballeros, ya que las tenebrosas sombras
estaban prácticamente, y extrañamente, abrazándolos. Ambos jefes de la guardia
del sultán quedaban prácticamente a merced de aquellas sombras.
—No me lo explico, majestad —volvió a responder
Noruz, tartamudeando—. La única explicación es que alguien desde dentro del
palacio les haya ayudado a introducirse aquí. No solo esto, sino que creo que
hay varias personas implicadas en esta conspiración, pues una sola persona no
sería capaz de llevar a estos dos bellacos al interior del palacio, y mucho
menos portando armas.
Para el mago Flor, estaba claro, desde que vio
aquellas dos sombras oscuras, que ambos agresores habían accedido al interior
del palacio gracias a la conspiración entre los brujos de Kataziah y Qadir
Khan, sin necesidad de contar con nadie de dentro del palacio, pero Noruz no
tenía manera de saberlo ni de imaginarlo siquiera. Utilizando sus poderes, el
gran mago supo que las dos sombras habían salido del interior de los dos
agresores que intentaron matar al sultán, y seguramente que ambos habían podido
pasar inadvertidos al interior del palacio sin ser detectados por nadie,
gracias a la acción de ambas sombras que a su vez debían de haber emanado de la
mente de Kataziah, o tal vez de Jasiazadeh, la bruja de Qadir Khan. La segunda
probabilidad era la más creíble para el mago Flor, a tenor de lo que ambos
agresores habían reconocido mientras levitaban sobre las puntas de sus propias
dagas.
El sultán dio la palabra a Hakim, jefe de su Guardia
Personal y este se limitó a reconocer su culpabilidad de no haber estado lo
suficientemente alerta como para impedir que el sultán fuera sorprendido por
los agresores, cuerpo a cuerpo, y confirmando las sospechas de Noruz sobre el
modo de acceso de ambos agresores al interior del palacio.
El mago Flor observó que las
sombras negras transparentes se habían multiplicado en número dentro del salón
y contó un total de diez sombras. Tenían aspecto humano, pero en las que no se
distinguían ni ojos ni ningún otro órgano. Las sombras nuevas se colocaron
detrás del sultán, la sultana, Amarzad, Muhammad Pachá, Burhanuddin, Qasem Mir,
Nizamuddin y los tres guardias personales del sultán que seguían presentes en
el salón. Al mago Flor no le quedaba duda alguna de que las sombras venían a acabar
con la vida de todos los presentes en el salón al haber fracasado la intentona
de asesinar a Nuriddin, pero estaban a la espera de recibir la orden para
proceder a ejecutarla. Tampoco le quedaba duda al gran mago de que las sombras
no se percataban de su presencia en el salón, señal de que eran el producto de
hechizos de brujos que no estaban presentes en el salón donde transcurrían los
acontecimientos.
El mago Flor estaba seguro ya de que cada una de
esas sombras había sido transmitida desde la mente de uno de los grandes brujos
del bando de Kataziah, pues ningún brujo, pensó el gran mago, sería capaz de
mantener a distancia y en acción a más de una de aquellas funestas sombras.
Todos esos brujos y brujas se habían puesto al servicio de Qadir Khan tras
recibir de Jasiazadeh promesas de grandes recompensas. En realidad, Jasiazadeh
había recibido de Qadir Khan carta blanca para que actuase a sus anchas con tal
de acabar con Nuriddin y toda su familia.
Hasta aquel momento, el mago Flor no sabía qué poderes
tenían aquellas sombras, pero, aun así, confiaba en que podía encargarse de
ellas él solo. Otro gallo cantaría si los brujos congregados alrededor de
Kataziah decidían atacar el Palacio Real de Dahab todos a una, idea que no
podía descartar de ninguna manera que se llevara a cabo en cualquier momento.
Todos estos pensamientos pasaban por la cabeza del mago Flor, que sin embargo
confiaba en que en aquellos instantes sus protegidos, gracias a los escudos
protectores que él había establecido, no corrían peligro alguno, fuera cual
fuera el poder de aquellas sombras, por lo que quedó a la expectativa sin
perder detalle de lo que estaba sucediendo en el salón. Amarzad, a su vez,
estaba pendiente de él y de sus padres en todo momento.
El sultán consultó en voz baja con el príncipe
Nizamuddin y con Muhammad Pachá, durante unos minutos. Los dos acusados
esperaban la sentencia real que determinaría su suerte y su destino. El sultán
habló:
—Vosotros dos quedáis relevados de vuestras
responsabilidades. Sin embargo, y en reconocimiento de vuestros leales
servicios a lo largo de años en las dependencias de este palacio no os impondré
castigo alguno. Pero a partir de este momento, quedáis destinados al servicio
del príncipe Nizamuddin en la frontera con Rujistán. Mañana mismo emprendéis
viaje con él y espero que sepáis agradecer mi perdón ganando la confianza del
príncipe y siéndole tan fieles a él como lo habéis sido hacia mí.
—¡Viva su
majestad Nuriddin! ¡Viva su majestad Nuriddin! —exclamaban ambos mientras se
abrazaban con lágrimas en los ojos, locos de alegría ante el perdón del
monarca.
—Podéis emprender viaje estando seguros de que a
vuestras familias no les faltará de nada hasta vuestro regreso con el príncipe
—agregó el sultán con semblante relajado tras tanta tensión y haciendo ademán
para que los acusados esperaran allí un poco más.
—Tened cuidado de no volver a
cometer error alguno o negligencia por pequeña que sea, pues el príncipe
Nizamuddin no va a ser tan benévolo con vosotros como lo ha sido su majestad
—dijo el gran visir dirigiéndose a los dos caballeros—. Con permiso de Su
Majestad, el sultán, os recuerdo que si la equivocación es nefasta para la vida
de las personas, de las familias y de los pueblos en general, hasta hacer
imposible su desarrollo e impedir su fortaleza, en la vida militar la
negligencia es mucho más peligrosa y demoledora.
Nuriddin fijó su vista en Burhanuddin, que se
mantenía callado y discretamente observador, y le hizo una señal con la mano
para que se levantara, levantándose él a la vez, lo que hizo que se levantaran
todos, salvo Shahinaz y Amarzad. El sultán se acercó al joven, que estaba medio
aturdido, e inesperadamente le rodeo los hombros con su brazo derecho,
cariñosamente.
—Señores —exclamó el rey, enorgulleciéndose, dirigiéndose
a todos los presentes—, he aquí al único hombre de mi Guardia Personal y de mi
Guardia Real que acudió como relámpago a defenderme cuando me atacaron esos
criminales. Y este no ha sido su primer gran servicio que me ha prestado a mí y
a nuestro reino. A partir de este momento, el caballero Burhanuddin, hijo de
Ubaid, queda investido por mí con el título de Pachá y nombrado comandante en
jefe de mi Guardia Real y de mi Guardia Personal, dos cuerpos reales que a
partir de este momento quedan fusionados en uno solo, bajo su mando. Desde
ahora, será él quien elegirá a los guardias que nos custodiarán a mí y a mi
familia dentro de palacio.
El monarca se volvió hacia
Burhanuddin estrechándole la mano con una gran sonrisa mientras un asistente
del rey, que había sido avisado previamente, se acercaba llevando sobre ambas
manos un cojín de seda roja sobre el cual relucía un gran medallón pendiente de
una gruesa cadena, todo de oro macizo. El sultán cogió el medallón y lo colgó
él mismo del cuello de Burhanuddin quien se inclinó besando la mano del sultán.
Este ordenó en voz alta difundir enseguida la noticia del nombramiento de
Burhanuddin entre los caballeros que custodiaban el palacio y sus alrededores.
—Gracias, majestad… Muchas gracias —repetía el joven
pachá turbado y sorprendido aún por la decisión del sultán, sintiéndose a la
vez inmensamente feliz.
Burhanuddin hubiera dado años de su vida a cambio de
que su padre hubiera podido presenciar ese gran acontecimiento, que, en
realidad, no era más que el resultado directo de las enseñanzas de su
progenitor a todos los niveles, fueran esos castrenses o morales. Recordó a su
madre, fallecida cuando él tenía diez años, y embargado por una fuerte emoción
se le saltaron las lágrimas, lo que emocionó profundamente a los presentes,
especialmente a Amarzad, que estaba muy pendiente de él y de sus reacciones,
viendo en él a un joven valiente, inteligente, sincero y honrado.
—Como todos sabéis —proseguía
el sultán—, este acto no solo convierte a Burhanuddin en el pachá más joven del
sultanato y le hace digno de este medallón y del sueldo correspondiente, sino
que también le hace merecedor de todo aquello que vuestro sultán concede a todo
nuevo pachá al otorgarle el título, o sea, de un palacete no lejos de aquí y de
posesiones en tierra y servidumbre —terminó exclamando el monarca, visiblemente
alborozado.
El sultán se colocó junto a Burhanuddin haciendo
ademán a los demás, incluidos los caballeros destituidos, para que se acercaran
a felicitar al nuevo pachá, lo que hicieron todos, incluido el gran visir,
quien le felicitó sincera y vehementemente diciéndole que todos los allí
presentes tenían gran confianza en él. Entonces el sultán hizo un gesto a
Burhanuddin Pachá para que se acercar a rendir pleitesía a su majestad la sultana
y a la princesa Amarzad.
Burhanuddin caminó hacia Shahinaz y Amarzad,
saludando a la primera con una gran inclinación, sin acercarse mucho a ella. Al
detenerse ante Amarzad, ambos se miraron a los ojos por primera vez y
Burhanuddin se sintió muy turbado y confundido, pudiendo a duras penas hacer el
gesto de saludo y la inclinación ante ella, pero sin perder el contacto visual
y manteniendo su vista literalmente colgada de la de ella, sin haberlo
pretendido ni pensado. Acto seguido, se retiró a tropezones sin saber dónde
colocarse y terminando en pie junto al gran visir hacia quien sentía cariño y
respeto. Este rodeó los hombros del joven con su brazo exclamando sin poder
controlarse de alegría: «Enhorabuena, hijo». En realidad, el gran visir era íntimo
amigo de Parvaz Pachá y muchas veces había tratado con el comandante Ubaid,
padre de Burhanuddin, por lo que conocía la gran valía que aquel tenía y cuánto
le quería y respetaba el visir asesinado. Muhammad Pachá, de hecho, conocía a
Burhanuddin desde que este era adolescente y más de una vez había presenciado y
admirado cómo le entrenaba su padre, Ubaid.
Amarzad se dio cuenta en aquel momento de que esa
tarde acababa de descubrir la auténtica personalidad de Burhanuddin, con quien
se había cruzado alguna vez en palacio desde que se unió a la Guardia Personal
de su padre, días atrás. Sin embargo, nunca antes se había dado cuenta de la
valía de este joven a quien empezó a admirar enormemente desde el momento en
que supo que había salvado la vida de su padre. Así, aquella tarde, había
brotado el amor en el corazón de la pequeña princesa, por primera vez en su
vida, lo mismo que había ocurrido, al unísono, en el corazón de Burhanuddin, el
pachá más joven del sultanato. Tanto a Shahinaz como al mago Flor no se les
habían escapado las miradas cruzadas entre el nuevo pachá y la princesa. Ambos
se habían dado perfecta cuenta tanto de la turbación que sintieron Amarzad y
Burhanuddin cuando se miraron, como del rubor que se apoderó de sus rostros en
aquellos instantes.
Continuará….