AMARZAD, EL MAGO FLOR Y LOS CINCO REINOS
Saïd Alami
En entregas semanales
12
4 Mayo 2022
Todos
los participantes en la cacería, en su mayoría de la familia real de Rujistán,
además de Parvaz Pachá acompañado de dos de sus caballeros, tomaron sus
correspondientes puestos, previamente señalados. Quedaron ocultos en sus
espiaderos, manteniéndose en silencio. Los hombres del rey, siguiendo sus
órdenes, soltaron a dos gacelas justo cerca de donde se encontraba apostado el
embajador. Parvaz lanzó una flecha contra una de las gacelas mientras otros
hacían lo mismo, algunos de ellos, simulando que intentaba también cazarlas,
lanzaron sucesivas flechas, una de las cuales, en un disparo certero, le
atravesó el cuello a Parvaz Pachá, cayendo este fulminado. Los dos caballeros
que le acompañaban pidieron ayuda a gritos.
Qadir Khan se precipitó
a donde estaba Parvaz Pachá agonizando, ordenó que le llevaran a la pabellón
real, donde falleció antes de la llegada de Bahman, que había sido avisado de
que su padre había resultado herido.
La muerte de Parvaz
convertía a su único hijo varón, Bahman, en su sucesor a todos los efectos.
Bahman, se sentía, en aquellos momentos tan difíciles de su vida, como si
estuviera rodeado de su propia familia, con todas aquellas muestras de cariño y
calor con las que le colmaban la familia real rujistaní, especialmente por
parte de la reina y de la princesa Gayatari, quien se comportaba ya como si
fuera su novia, no despegándose de él en aquellos momentos de tristeza,
llegando a tomar decisiones en nombre de Bahman en los arreglos de los grandes funerales
que el rey ordenó preparar en honor del ilustre difunto. Gayatari actuaba con
total tolerancia por parte de sus padres, quienes veían con buenos ojos ese
ambiente íntimo y caluroso en el que se desenvolvía Bahman entre ellos,
pasando, además, a instalarle en un ala del Palacio Real. El rey, que se había
deshecho de Parvaz en un asesinato diabólicamente planificado, tenía planes
para el hijo del difunto y ya le trataba como si fuera su propio hijo,
prometiéndole una indemnización muy grande por la muerte de su padre.
Transcurría
ya el decimotercer día desde que la embajada de Parvaz abandonara Dahab cuando
Bahman ordenó a Sunjoq enviar a tres de sus hombres de vuelta a su país para
informar al sultán Nuriddin de la muerte de su padre, explicándole, en una
misiva, las circunstancias que rodearon tan tremenda calamidad. A Bahman no le
cabía duda de que la muerte de su padre había sido un accidente. Testigos de
ello fueron los dos caballeros que acompañaban a Parvaz en el momento de su
muerte y que vieron las flechas lanzadas contra las dos gacelas que de pronto
aparecieron enfrente de ellos. También le comunicaba al sultán Nuriddin que su
padre murió antes de iniciar las negociaciones con Qadir Khan y que él mismo
entablaría estas conversaciones de inmediato.
Solo
uno de los hombres de Parvaz se había dado cuenta de que la muerte del visir
fue un asesinato planificado por el rey. Ese hombre, un joven que no pasaba de
los veintidós años de edad, de nombre Burhanuddin, era un destacado caballero
de la Guardia Personal de Parvaz Pachá, que gozaba de la confianza de este, y
al que el embajador, inquieto ante el extraño comportamiento recibido de parte
del rey, le había pedido que se mantuviera vigilante y que no le perdiera de
vista en ningún momento hasta que se acabase la cacería. Burhanuddin, que había
ejecutado la orden de su jefe al pie de la letra, tuvo al embajador al alcance
de su vista ininterrumpidamente. Tras el desayuno, el día del asesinato,
Burhanuddin se encaramó ágilmente a lo alto de un árbol desde donde vigilaba a
Parvaz Pachá a partir del momento en que el rey y el visir se sentaron a
conversar hasta que el visir fue asesinado. No solo esto, este hábil y audaz
joven había visto desde su puesto, encaramado a aquel árbol, a Bahman y Gayatari
hablando a solas mientras se ocultaban tras aquellos arbustos para que la
doncella de la princesa no siguiera vigilándoles. Divisó claramente los
ademanes de cariño que Bahman prodigaba a su amada.
Burhanuddin,
muy astuto, al advertir que todos, incluidos los dos caballeros que acompañaban
al embajador, repetían que Parvaz Pachá había sido alcanzado por una flecha
perdida, prefirió mantenerse en silencio y guardar lo que tenía que decir para
contárselo más tarde a su jefe directo, Sunjoq. Burhanuddin, que poseía la
vista de un halcón, se había dado cuenta muy bien de que el embajador se
encontraba a disgusto con el rey a lo largo de aquella conversación en la que
apenas había hablado, y, además, se había percatado del momento de gran
tensión, cuando el rey se marchó, visiblemente enfadado, dando por finalizado
aquel encuentro. Aquellos instantes de tensión, cuando Parvaz levantó la voz,
desafiante, permitieron a Burhanuddin escuchar nítidamente lo que le decía a
Qadir Khan, negándose a traicionar a su monarca. Más tarde, desde su puesto de
vigilancia en lo alto de otro árbol, Burhanuddin se dio perfecta cuenta de cómo
aparecían súbitamente aquellas dos gacelas justo enfrente del puesto de caza de
Parvaz y de la lluvia de flechas lanzadas contra ellas a pesar del evidente
peligro que aquello suponía para el embajador y sus acompañantes.
Sunjoq sospechó desde
el primer momento que la muerte de su señor no se debía a un accidente, pues
recordaba muy bien la cara desencajada de Parvaz Pachá cuando le ordenó buscar
a su hijo y que no le perdiera de vista. El visir, que temía por su propia
vida, también pensó que Bahman estaba en peligro y que pudiera sufrir alguna
desgracia tramada por sus enemigos, en represalia a su negativa a traicionar al
sultán Nuriddin.
Cuando Burhanuddin le
contó a Sunjoq todo lo que había visto, dio por seguro que la muerte de su amo
no había sido accidental, sino que fue urdida por Qadir Khan. Sunjoq le pidió
que no contase aquello a nadie más, ni siquiera a Bahman, a quien no le tenía
gran estima, sino todo lo contrario, debido a los continuos enfrentamientos
habidos en los últimos años entre Parvaz y su hijo por los malos hábitos de
este, el gran despilfarro y la vida placentera de los que hacía gala. Después
de haber hablado con Burhanuddin, Sunjoq intentó arrojar dudas en Bahman sobre
las circunstancias de la muerte de Parvaz Pachá, pero este las rechazaba
vehementemente, ordenándole a Sunjoq que no volviera a pronunciar delante de él
«tamañas tonterías». Al recibir aquel contundente rechazo, Sunjoq, a sabiendas
de que Bahman estaba enamorado de la princesa Gayatari, y conociendo su
carácter impetuoso, altanero y ambicioso, no le contó los detalles de los que
había sido informado por Burhanuddin, por temor a que este último pudiera
sufrir las peores represalias por parte del heredero de Parvaz Pachá.
Cuando Bahman ordenó a
Sunjoq enviar tres jinetes a Dahab urgentemente para informar de la muerte de
su padre, Sunjoq eligió a Burhanuddin para encabezar esa misión pidiéndole que
informase al sultán, verbalmente, del asesinato de Parvaz, del fracaso de su
misión en Zulmabad, del caluroso y mutuo trato surgido entre la familia real de
Rujistán y Bahman y de cómo la hija del rey, Gayatari, no se separaba de este
último, con total tolerancia de sus padres, los reyes. También le encargó
informar al rey de que el ejército de Qadir Khan se componía de unos doscientos
mil hombres bien pertrechados, que se encontraban concentrados a unos nueve o
diez días de marcha de Dahab. Finalmente, le pidió comunicar al monarca que
Qadir Khan estaba al tanto de todas las embajadas que habían partido de Dahab.
Sunjoq siguió espiando
a Bahman, de distintas maneras, hasta haberse cerciorado de que el hijo de
Parvaz se había aliado del todo con Qadir Khan, con el fin de poder casarse con
la princesa Gayatari, y quizás después convertirse en rey de Qanunistán.
Capítulo 8.
Las
tremendas preocupaciones del sultán
Cuando
llegaron los tres jinetes a Dahab encabezados por el joven Burhanuddin, justo
una semana después de abandonar Zulmabad, se encontraban exhaustos y al límite
de sus fuerzas, pues habían galopado sin descanso salvo para dormir unas pocas
horas de noche y permitir recuperar fuerzas a los caballos y darles de comer y
beber de vez en cuando. Sin embargo, Burhanuddin, hombre duro donde los haya,
pidió ver al rey enseguida, sin esperar siquiera a cambiarse de ropa o a comer
algo.
El
sultán Nuriddin, que había perdido todo contacto con su embajador, Parvaz
Pachá, se esperaba lo peor cuando se precipitaba impaciente hacia el salón del
trono donde instantes después hicieron pasar a Burhanuddin. Efectivamente, se
cumplieron los malos presagios que el sultán se temía.
Burhanuddin, tal como
le había encargado Sunjoq, empezó por comunicar al sultán la noticia de la
muerte de Parvaz, añadiendo, sin dar más detalles aún, que Sunjoq comunicaba al
sultán que el embajador fue asesinado por orden de Qadir Khan por negarse a
traicionar a su sultán. Nuriddin saltó de su trono impactado e indignado al
conocer la noticia del asesinato de su embajador, pero pronto volvió a
sentarse, intentando calmarse para enterarse de los detalles, momento en el que
Burhanuddin aprovechó para entregarle la misiva enviada por Bahman. Al sultán le
embargaba una profunda tristeza por tan trágica noticia, pues Parvaz Pachá, a
quien Nuriddin conocía muy bien desde que él era adolescente, era esposo de su
tía Pakiza, única hermana viva de su difunta madre.
Sumido
en su tristeza, el sultán sacó la carta de Bahman del tubo en el que venía
guardada, hecho de piel gruesa y endurecida, desenrolló la carta, escrita sobre
piel fina y la leyó; era escueta y decía así:
Mi amado primo, sultán
Nuriddin hijo de Namir. Como seguramente ya le han comunicado a su Majestad, mi
amado padre ha fallecido aquí, en Rujistán, cerca del Palacio Real del rey
Qadir Khan, en un desgraciado accidente acaecido en el curso de una cacería en
la que participaban ambos. La muerte de mi padre, que Dios le acoja en los
cielos, ha ocurrido antes de iniciar las negociaciones con su majestad Qadir
Khan. Por esto he decidido permanecer aquí, en mi calidad de heredero de mi
padre a todos los efectos, recibiendo, como él había recibido, una magnífica
hospitalidad por parte de su majestad el rey Qadir Khan, lo que augura buenos
resultados que creo que puedo conseguir en estas negociaciones, cuya
celebración me considero autorizado por vuestra majestad a llevarla a cabo,
dado que este encargo fue hecho por vuestra majestad a mi difunto padre, que
Dios se apiade de su alma. Quedo a la espera de las órdenes y orientaciones de
su majestad.
Su fiel primo y siervo Bahman hijo de
Parvaz
La carta no gustó al
sultán, que mostraba un semblante sombrío. No le agradó ni el contenido de la
misma ni el tono utilizado por su primo, que era bastante más joven que él y
cuya fama de estúpido y engreído era conocida por toda la familia.
Pasados
unos minutos, en los que el sultán permaneció en silencio, intentando digerir
tan fuerte golpe, ordenó a Burhanuddin que ni él ni sus dos compañeros de viaje
comunicasen a nadie más la noticia de la muerte de Parvaz Pachá, ni nada sobre
lo sucedido en Rujistán. El sultán, un hombre que acababa de atravesar la mitad
de su quinta década, alto, delgado y nervudo, de ojos marrones y mirada
dominante, observó detenidamente al joven que le había traído la noticia, quien
se mostraba cabizbajo e inclinado en señal de sumisión, con aspecto lamentable
tras tan duro viaje.
—Levanta la cabeza —le
dijo el sultán amablemente—. ¿Cómo te llamas?
—Burhanuddin, majestad
—respondió el joven seguro de sí mismo mientras levantaba la cabeza y
enderezaba la espalda—. Pertenezco a la Guardia Personal de mi señor Parvaz
Pachá, que Dios le tenga en los cielos —agregó el joven caballero.
—Estas informaciones
que envía tu jefe Sunjoq, como dices, ¿de dónde las consiguió él? ¿Lo sabes?
—Yo mismo se las di,
majestad. Mi señor, Parvaz Pachá, me había pedido que no le perdiera de vista
en ningún momento cuando se disponía a entablar conversación a solas con el rey
Qadir Khan.
Nuriddin comprendió
enseguida por qué Sunjoq había encargado precisamente a aquel joven ser el
mensajero que llevase la noticia del asesinato de Parvaz Pachá hasta él. Pues
solo este fiel guardián del difunto embajador, testigo directo, podía narrarle
todos los detalles del caso.
—Pues
cuénteme los pormenores de lo que ha visto —dijo el sultán con voz triste y
tono respetuoso.
Burhanuddin contó al
monarca, con todo detalle, muy emocionado, todo lo que había visto y oído
mientras vigilaba a Parvaz Pachá y el modo con que este último fue asesinado en
el curso de aquella cacería.
Nuriddin, que se había
puesto de pie frente a Burhanuddin, con las manos enlazadas en la espalda,
escuchaba con atención mientras este le contaba todo lo acaecido en aquel
triste día en relación con el asesinato de Parvaz Pachá, y también el corto
paseo de Bahman con la princesa Gayatari y los gestos de cariño que este
derrochaba hacia la hija de Qadir Khan. Burhanuddin concluyó comunicando al
sultán todo aquello que Sunjoq le pidió que le contara, especialmente lo del
trato exquisito, cariñoso y envolvente con que la familia real de Rujistán
colmaba a Bahman, en lo que parecían preparativos para casarle con la princesa
Gayatari, y la grandísima indemnización que el rey de Rujistán le prometió a
Bahman porque la muerte de su padre se produjo en sus posesiones y en una
cacería organizada por él.
El
monarca, enterado ya de todos los detalles y cada vez más apesadumbrado, ordenó
que llevasen al joven caballero y a sus compañeros a las dependencias de la
Guardia Real, anexas al palacio, para que descansasen y ordenó a Burhanuddin
que compareciera ante él al día siguiente, a la misma hora, junto a sus dos
compañeros.
Continuará