Té o café
Un relato de Saïd
Alami
(Traducido del árabe por el autor, 2024)
Mansur: Assalamu alaikom (Hola, buenas)
Husein: Alaikom assalam
(Buenas, hola)
Mansur: Quisiera ver al
hermano Abu Nabil.
Husein: ¿El hermano Abu Nabil? ¿Quién es Usted?
Mansur: Soy Mansur Attiyah.
Husein: ¿Y qué más? ¿Resides en este país?
Mansur: Sí.
Husein: ¿Desde cuándo?
Mansur: Desde hace tres meses.
Husein: O sea, nuevo. ¿Y por qué quiere ver a Abu Nabil? ¿Le
conoce? ¿Tiene una cita con él?
Mansur: No le conozco y no tengo cita con él. Pero…
Husein: ¿Tienes un pasaporte o una carnet de identidad?
Mansur: Sí. Tenga.
Husein: Eres de Ramallah(1), y tienes 19 años. Bienvenida la juventud de la Intifada(2). Aparentas ser mucho mayor que tu edad.
Mansur: Muchas gracias.
Husein: Pero Abu Nabil no recibe a nadie sin una cita previa.
¿Podemos atenderte nosotros?
Mansur: Debo entrevistarme con Abu Nabil.
Husein: ¿Es que no tenemos suficiente rango para Usted?
Mansur: No, por Dios, no es eso. Créame, salvo el director de
esta oficina(3),
en persona, nadie sería capaz de resolver mi problema.
Husein: ¿Y eso, por qué? ¿Se trata de un problema secreto?
Mansur: Algo así.
Husein: Pues, señor Mansur, Abu Nabil no le va a recibir, por
lo que le ruego que no siga perdiendo su tiempo y no haga que yo pierda mi
tiempo tampoco.
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(1) Ramallah: Una
de las principales ciudades de Cisjordania (Palestina).
(2) Intifada:
Rebelión popular palestina contra la
ocupación israelí 1987- 1991.
(3) Oficina: El
nombre que se daba a las sedes de las representaciones diplomáticas de la
Organización para la Liberación de Palestina en las capitales de países que no
reconocían a Palestina como Estado.
Mansur: No vine aquí para hacer que pierda Usted su tiempo ni
para perder yo el mío. Y le recuerdo que su tiempo, en su calidad de empleado
de esta oficina de la Organización para la Liberación de Palestina, es
propiedad de todo palestino que llama a vuestra puerta.
Husein: Nosotros te hemos respetado y te hemos dado la
bienvenida por ser de la juventud de la Intifada, así que, por favor,
compórtate con respeto, si no…
Mansur: ¿Si no, qué? Quiero entrevistarme con tu jefe, y que
sepas que no temo a nadie, ni a ti ni a mil como tú. Hace años que he perdido
el miedo.
Husein: Válgame Dios. Vienes aquí para faltarnos al respeto en
nuestra propia casa.
Mansur: Yo no te falté al respeto. Tú eres quien empezó a
dirigirse a mí con desdeño acerca de hacerte perder tu tiempo, como si no
supiéramos en que gastáis el tiempo en estas oficinas tan elegantes. Además,
eso no es tu propia casa, sino que también es la mía, tal como lo prueban las
heridas que tengo en el pecho y lo prueban también los dos años que pasé en
prisión bajo tortura, señor empleado muy cómodo.
Abu Jaled, gritando: ¿Qué es ese escándalo? ¿Qué está ocurriendo
en la planta baja?
Husein: Nada. Un distinguido hermano que viene para ver a Abu
Nabil, sin cita.
Abu Jaled: Sea bienvenido. Abu Nabil está ocupado, haga el favor
de acompañarme a mi despacho, quizás pueda yo ayudarle. Sígame.
Mansur: Bien.
Husein, hablando entre dientes: ¿Esos son los jóvenes de la
Intifada que estamos mareados de tanto que se habla acerca de sus historias y
de su lucha? Alabado sea Dios.
***
Abu Jaled: Siéntese. ¿Su nombre, por favor?
Mansur: Mansur Attiyah.
Abu Jaled: ¿Cuál es el problema, hermano Mansur? ¿A qué venía todo
ese griterío?
Mansur: El empleado de abajo me faltó al respeto y me hablaba
como si estuviera echándome fuera.
Abu Jaled: Bien. Me disculpo en su nombre por lo que le haya
causado de molestias. Pero, ¿En qué podemos servirle?
Mansur: ¿No hay posibilidad de entrevistarme con Abu Nabil?
Abu Jaled: Abu Nabil está ocupado. Tiene la visita de un embajador
árabe.
Mansur: ¿Un embajador árabe? ¿Qué asunto tan importante capaz
de hacer que un embajador árabe venga hasta aquí a las 10 de la mañana? Yo
tengo un problema mucho más importante que tiene este embajador. Es un problema
de vida o muerte para mí.
Abu Jaled: ¡Dios nos guarde! ¡Tranquilícese, buen hombre! ¿Qué
toma? ¿Té o café?
Mansur: Gracias. Cualquier cosa.
Abu Jaled, llamando con voz alta: Munes…Munes… Tú, Munes.
Mansur: Déjelo, no hay que molestarse. No hace falta ni el té
ni el café.
Abu Jaled: No me dijo de dónde es Usted.
Mansur: Vine de Palestina, de Cisjordania, hace tres meses.
Abu Jaled: ¿O sea, vienes de la Intifada?
Mansur: Sí, de Ramallah.
Abu Jaled: Es un honor para mí, Mansur. Siendo así, agasajarle es
todo un honor para nosotros. Tú, Munes… ¡A donde se habrá ido ese malnacido? …
Tú, Munes, desgraciado. Discúlpeme un momento: ¿Dónde está el malnacido de
Munes? ¿Es que cada vez que queremos tomar una taza de té debemos buscarle por
todas las plantas del edificio? ¡Maldito el país que le vio nacer!
Mansur, hablando
entre dientes: ¡Que Dios me dé paciencia! Se fue dejándome aquí. Veamos cuando
regresa.
Abu Assaid: Assalamu alaikom (Hola, buenas). ¿Dónde está el
hermano Abu Jaled?
Mansur: Se fue a buscar a Munes.
Abu Assaid: Soy Abu Assaid, responsable de los asuntos de estudiantes
aquí, en la oficina, y tú tienes aspecto de ser estudiante. ¿Cómo te llamas?
Mansur: Mansur Attiyah.
Abu Assaid: Encantado. ¿Eres residente en este país?
Mansur: Vine de Ramallah hace tres meses.
Abu Assaid: Entonces me sentaré contigo, ya que vosotros, los
venidos de la tierra patria, tenéis una fragancia especial y vuestra conversación
es toda una baraka. Cuéntame ¿Qué tal las cosas allí?
Mansur: Las cosas allí son de pura porquería, hermano Abu
Assaid, y lo sabe Usted mejor que yo, ya que no hay duda de que vosotros aquí
estáis al tanto de lo que acontece de desgracias en la tierra patria.
Abu Assaid: Te veo algo nervioso, hijo. Claro que seguimos vuestras
noticias, pues gracias a vosotros tenemos la cabeza alta entre los árabes y en
el mundo entero.
Mansur: En cuanto a nuestras cabezas están sumidas en el
barro, y nuestros bocados untados de
barro, y en cuanto a nuestra vida está manchada de barro, y en cuanto al barro
en nuestra tierra, está manchado de nuestra sangre.
Abus Said: ¡Dios nos guarde! No, si está claro que estás nervioso.
¿Eres amigo de Abu Jaled?
Mansur: No. La primera vez que le veo. Iba a explicarle mi
problema cuando me dejó y se fue a buscar una taza de té.
Abus Said: El hombre quiere agasajarte.
Mansur: Y yo lo agradezco. ¿Pero, dónde está? Vine aquí en
busca de una solución de mi problema, y no buscando una taza de té.
Abus Said: Soy el responsable de
los asuntos de estudiantes aquí, y tu problema entra en mi ámbito de
competencia. ¿Por qué no me lo explicas a mí?
Mansur: ¿Y Abu Jaled? ¿Cuál es su responsabilidad?
Abus Said: Abu Jaled es el responsable de la administración de
esta oficina, y nada tiene que ver con los problemas de fuera de la oficina.
Venga, levántate y ven conmigo a mi despacho para hablar tranquilamente, y Dios
mediante no saldrás de aquí sin estar satisfecho. ¡Hombre! ¡¿Vienes de Ramallah
y vamos a dejar que te vayas insatisfecho?! No, por Dios que no. Haz el favor,
sígueme.
***
Abus Said: Este es mi despacho. Entra. Bienvenido. Siéntate. Abul
Fadl: ¿Dónde has estado, Abus Said, hombre? Llevo media hora aquí plantado,
esperándote. ¿Acaso no hemos quedado en vernos aquí a las diez de la mañana
para salir juntos hacia el aeropuerto para recibir a Abu Munir? Ya son las diez
y media, hombre. ¡Qué clase de citas son estas!
Abus Said:
Hola, Abul Fadl. Te presento a
Mansur… de los jóvenes de la Intifada que a tu admiras. Nos tienen la cabeza alta
y tienen humillada a Israel, y aún no han hecho más que empezar. Mansur, te
presento a Abul Fadl, responsable de cuentas aquí.
Abul Fadl: ¡Hombre! ¡Venga a mis brazos! ¡Un beso por aquí y otro por aquí! ¡Bienvenido! ¡Y otro
beso por aquí! ¡Ha descendido sobre nosotros las bendición de Dios!
¡Bienvenida la buena fragancia! Pero, Abus Said, sólo falta media hora para la
llegada del avión de Abu Munir. ¿Qué hacemos?
Abus Said: Señor mío, Abu Nabil se ha ido en persona al aeropuerto
a recibir a Abu Munir. Entre nosotros, esta es su ocasión para explicarle el
problema que le enfrenta a Abu Nizar, en Túnez(4) quien les tiene cerradas todas las salidas. Por eso se
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(4) La capital de Túnez albergaba la sede de la dirección política de la
OLP.
ha ido en persona a
recibir a Abu Munir, porque sabe que una sola palabra de Abu Munir hará
templar, en Túnez, a Abu Nizar.
Mansur: ¿El hermano Abu Nabil no se encuentra en la oficina
ahora?
Abus Said: El hermano Abu Nabil ni siquiera vino hoy. ¡Se fue al
aeropuerto a recibir a Abu Munir, y todos sabemos quién es Abu Munir!
Mansur: ¡Pero …!
Abus Said: ¿Qué?
Mansur: Me dijeron que estaba reunido aquí con un embajador
árabe.
Abus Said: Ja, ja, ja. Por Dios que desde el día de la guerra de
Kuwait(5), y nuestras
glorias cosechadas en ella, no nos visitó ni un solo embajador, ni árabe ni
indio.
Abul Fadl: ¡Pero qué caos es este, hermano! ¡Abu Munir me llamó
por teléfono ayer a medianoche y me pidió salir al aeropuerto contigo a las
diez de la mañana para recibir a Abu Munir, y me dijo que me ibas a esperar
aquí. Juro que me acosté de madrugada a las cuatro y me desperté hoy roto de
cansancio para llegar aquí a tiempo, como para decirme tú ahora que Abu Nabil
salió solo a recibir a Abu Munir! ¿Entonces por qué no me
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(5) Guerra
de Kuwait (Agosto 1990-febrero 1991).
llamó para
decírmelo, tal como hizo ayer? Podría yo haber descansado una hora o dos más.
Abus Said: Pero si ya conoces a Abu Nabil y sus hábitos.
Abul Fadl: Por Dios que es una vergüenza lo que ha hecho.
Abus Said: Por todos modos dime ¿Es que has estado en una de tus
veladas?
Abul Fadl: ¡No, hombre! Ahora Mansur va a tener una idea negativa
sobre mí. No le creas, Mansur, pues este Abus Said es como el agua bajo la paja.
Simplemente fue que tenía yo en casa a unos amigos y sus familias, y jugamos a
las cartas durante horas.
Abus Said: ¿Y perdiste, a que sí?
Abul Fadl: Como de costumbre. Lo importante es que ahora tengo la
cabeza dando vueltas y me encuentro cansado.
Abus Said: A causa del Whisky. Seguro.
Abul Fadl: ¿Es que tú no bebes?
Mansur: Hermano Abus
Said.
Abus Said:
Sí, Mansur. Abul Fadl es como
si fuera tu hermano mayor. Puedes explicarme tu problema delante de él.
Abul Fadl: ¿Tienes un problema, hermano Mansur? ¿Un solo problema?
Jajaja. Yo tengo decenas de ellos.
Mansur: Es para mí una cuestión de vida o muerte.
Abul Fadl: Sólo fue una broma. Pero apuesto a lo que quieras a que
se trata de un problema de dinero, pues todos los problemas de dinero son
problemas de vida o muerte para quienes los sufren.
Nail: Assalamu alaikom. Os busqué en todas partes de
la oficina. Por Dios que no puedo tomarme una vaso de té sin Abul Fadl, para
escuchar su deleitosa conversación.
Abus Said: ¿Y nosotros? ¿Acaso no estamos a tu altura? Bueno,
venga, siéntate.
Nail: ¿Habéis leído la prensa de hoy? Las desgracias caen
seguidas.
Abul Fadl: ¿Ya leíste la prensa? ¡Vaya hombre! El día apenas acaba
de empezar.
Nail: ¿Quién es el hermano? Presentármelo.
Abus Said:
Tienes razón. Es Mansur Attiyah. De Ramallah. De los jóvenes de la
Intifada.
Nail: Hola, bienvenido. Es un honor. Ha descendido la baraka
sobre nosotros. Me llamo, Nail.
Abus Said: Nail es el encargado de prensa en la oficina, y nuestro
representante en la Comisión de Comunicación perteneciente al Consejo de
Embajadores Árabes.
Mansur: Es un honor.
Nail: Bueno, Abus Said, ¡Ya está! Es suficiente, el hombre va
a creer que se trata de una comisión de verdad y de un Consejo de verdad.
Abul Fadl: ¿Por qué? ¿Acaso vuestra reunión de ayer no fue
fructífera? ¿Acaso no os habéis tomado una decisión definitiva y decisiva para aplastar
la propaganda israelí en este país?
Nail: Tú sabes cómo son nuestras decisiones…papel mojado. ¡Juro
que no sé para que nos reunimos en esa comisión desde hace años!
Abus Said: Para los mismos objetivos para los cuales se reúne el
Consejo de Embajadores Árabes, y con los mimos resultados.
Abul Fadl: ¿Acaso sigue habiendo un Consejo de embajadores árabes
tras el escándalo de la invasión de Kuwait?(6)
Abus Said: Mejor dicho, ¿Sigue habiendo árabes desde entonces?
Nail: ¿Habéis leído la prensa de hoy?
Abul Fadl: ¿Otra vez la misma pregunta? Ya te dijimos que no la
hemos leído aún, pues tú bastas y sobras. ¿Qué ha ocurrido?
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(6) Se refiere a la
ocupación de Kuwait por el ejército de Iraq, en 1990, y la guerra que tuvo
lugar como consecuencia en 1991.
Nail: Toma, señor. Lee este gran titular a dos páginas
enteras. Otra vez nos acusan de terrorismo, y acusan concretamente a esta
oficina de ser uno de los baluartes más importantes de terrorismo.
Abul Fadl: Ellos no duermen ni de noche, ocupados como están en
urdir planes para afear nuestra imagen de cualquier manera, mientras que
nosotros estamos como si no vemos, ni oímos, ni comprendemos.
Nail: Y lo peor de todo ello es que acusan en este informe a
todo estudiante palestino en este país y en toda Europa de ser un terrorista,
así, tan simplemente.
Mansur: ¿Pero, por qué no les respondéis? ¿Por qué no les
denunciáis ante la Justicia? La ley en este país y en toda Europa castiga a los
que cometen esta clase de delitos mediáticos. Nuestros enemigos se dirigen a
los juzgados cada vez que son objeto de una palabra hiriente en los medios de información en Europa.
Nail: ¡Qué Dios nos ampare! Vosotros sabéis mejor que yo la
manera de trabajar que tenemos.
Abul Fadl: No sabía que teníamos una manera de trabajar.
Nail: Bueno, déjalo, ¿Dónde está el té? Hasta ahora no tomé el
acostumbrado vaso de té, y ya son casi las once. Abus Said, llama a Munes, date
cuenta de que estamos en tu despacho y somos huéspedes tuyos. Además, tal como
veo, aún no has agasajado al hermano, Mansur.
Abus Said: Tienes razón. ¿Qué tomas, Mansur, Té o café?
Mansur: Lo mismo da, lo que tomáis vosotros.
Abus Said: Ten paciencia, Mansur. Dios mediante, resolveremos
todos los problemas. No existe en este mundo un problema de vida o de muerte,
salvo el problema de la muerte. Munes… maldito Munes… ojalá una desgracia caiga
sobre su cabeza; cada vez que le necesito en algo tengo de destrozarme la
garganta llamándole, y cuando no lo necesito le encuentro asomarse por la
puerta cada dos minutos para preguntarme si no quiero una taza de café. No
tengo más remedio que ir a buscarle yo mismo. ¡Munes, desgraciado, maldito sea
el que te haya empleado aquí! ¿Dónde te has ido?
Nail: …..
Abul Fadl: …..
Mansur: ¡Ah! … !Ah!
Abul Fadl: Ten paciencia con nosotros Mansur, hermano. Aún no
llegas a los veinticinco años de edad y pareces llevar sobre tus hombros todas
las pesadumbres del mundo.
Mansur: Tengo diecinueve años.
Nail: ¿Qué tal la familia allá en la patria?
Mansur: ¿Mi familia? ¿O tu familia? ¿O la familia refiriéndote
al pueblo?
Nail: Mi familia vive en Beit Sahur(7).
Mansur: Mi familia está en un estado de porquería, y tu familia
seguro que están en un estado de porquería, y cuanto a la familia-el pueblo,
pues ha utilizado esta porquería(8) en la que viven para asfaltar una ancha calle llamada
Intifada que empieza en nuestros corazones y termina en nuestra victoria.
Abul Fadl: Vaya, eres todo un poeta, Mansur. La Intifada no os
enseñó sólo tirar piedras y desafiar las balas con vuestros pechos, sino
también os enseñó estos nobles y
profundos sentimientos.
Nail: Estos sentimientos, Abu Fadl, son el origen y son
anteriores a la Intifada, y si no fuera por ellos, no hubiera existido esta
Intifada, ni todas las intifadas que la precedieron en nuestra patria ocupada.
Abul Fadl: Me olvidé de decirte que Luai te llamó hace media hora
y no te encontró. Te quería recordar la reunión de esta noche.
Nail: No me olvidé de la reunión. Esta noche me reuniré con
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(7) Beit Sahur:
localidad palestina, en Cisjordania.
(8) En varios
dialectos árabes, la expresión coloquial (Zift) traducida aquí como
(porquería), en realidad significa (asfalto), de allí viene después lo de:
“asfaltar una ancha calle”.
representantes de
las distintas facciones palestinas y de los partidos revolucionarios árabe,
para elaborar, conjuntamente, el comunicado.
Mansur: ¿Qué comunicado?
Nail: Un comunicado con motivo del Día de los Trabajadores.
Será dentro de tan sólo una semana. Además, acordaremos en la reunión si vamos
a salir juntos en la manifestación al lado del sindicato comunista o al lado
del sindicato ligado al partido socialista.
Mansur, mascullando: ¡Qué maravilla! ¡Juro que es una maravilla!
¿Pero, dónde está Abus Said? Iba a explicarle mi problema ya que Abu Nabil no
está aquí.
Abul Fadl: Al parecer va a preparar el té él mismo. Si tu problema
tiene que ver con el dinero tendrás que explicármelo a mí, y déjate de Abus
Said, pues con sus problemas tiene suficiente.
Mansur: Al parecer, son muchos vuestros problemas en esta
oficina.
Abu Fadl: Y todos son de dinero, sabe Dios que ninguno de
nosotros alcanza indemne el fin de mes. ¿Qué tal va tu restaurante, Nail?
Nail: Aún no sé decir si bien o mal. Lleva abierto menos de
dos meses.
Mansur: ¿Tienes un restaurante árabe?
Nail: Aún es nuevo. No es un restaurante propiamente dicho,
sino un pequeño café donde vendemos ful, falafel y hummos(9).
Mansur: ¡Qué maravilla!
Nail:
No podemos depender sólo del sueldo de la oficina, es un sueldo
insignificante en un país europeo. Y como dice Abul Fadl, no alcanza ni a mitad
de mes.
2
Haizam: Buenos días. ¿Qué tal?
Abul Fadl y Nail: Buenas. Entra, hombre.
Haizam: Verdaderamente os felicito por el trabajo que tenéis.
Ni incluye esclavitud, ni incluye cansancio.
Abu Fadl: Ni sueldo. ¿Pero a qué te refieres?
Haizam: Me refiero a que el trabajo del traductor es una esclavitud,
ya que los periódicos hay que traducirlos a diario, y la traducción, como
sabéis, es como una expiración…traducir palabra a palabra…frase a frase…¡por
Dios que me vista se está
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(9) Ful, falafel y hummos: nombres de platos populares
palestinos, de comida rápida.
desplomando
día tras día!
Abul Fadl: Sería de tanto atisbar a las mujeres.
Haizam: Compórtate delante de nuestros huéspedes. ¿Quién es el
hermano?
Nail: Es uno de los jóvenes de la Intifada. De Ramallah.
Haizam: Es un honor. Me llamo Haizam.
Mansur: Hola.
Nail: Haizam es el encargado de la traducción aquí. Pero,
Haizam, ¿Por qué traduces los periódicos
hoy si Abu Nabil puede que no acuda a la oficina en todo el día? Está ocupado
con Abu Munir.
Haizam: Si no traduzco la prensa me organiza un escándalo, y yo
no quiero problemas. Cuantas veces he trabajado traduciendo hasta quedarme casi
ciego, y luego no vino a la oficina, o no pudo ojear las traducciones por estar
ocupado con sus entrevistas y sus conversaciones telefónicas interminables.
Abul Fadl: En cuanto a las conversaciones telefónicas, Abu Nabil
es todo un desastre. Cinco mil dólares pagamos el mes pasado en llamadas telefónicas
realizadas desde su casa. Además de una suma parecida en llamadas desde su
despacho.
Nail: ¡¿Cinco mil dólares en llamadas telefónicas?!
Abul Fadl: No hay mes que la factura de teléfono de su casa baje
de los cuatro mil dólares.
Haizam: Para que luego digan que no hay dinero para pagar
nuestros vergonzosos sueldos.
Abul Fadl: Eso sin contar lo que cuestan los colegios de sus
hijos.
Nail: ¡Claro, pues son colegios británicos o americanos, y
nadie ignora lo que cuestan!
Abul Fadl: Eso, además, sin olvidar que su residencia no le cuesta
nada, ni tampoco los costes casi enteros de su vivienda… o sea, los gastos de
la mansión, el jardín, los dos coches, la piscina, los médicos, los medicamentos,
todo pagado, amigo mío.
Haizam: Basta de incrementar nuestras penas y de abrir nuestras
heridas. Juro por Dios Altísimo que ayer vino el médico para visitar Nuha, mi
hija, y extendió una receta médica para ella, y yo no tenía suficiente dinero
como para comprársela. Si no fuera porque mi esposa pidió dinero a mi suegra,
no hubiéramos podido comprarle el medicamento, ni habría sabido yo que
hacer.
Nail: Basta de escándalos delante de nuestro huésped.
Mansur: En la patria sabemos casi todo acerca de los temas
alrededor de los cuales giran vuestras conversaciones aquí. Pero no me había
imaginado que las cosas han llegado a este límite de de derroche y de
inutilidad.
Nail: ¿Inutilidad? ¿Qué quieres decir?
Mansur: ¡Hombre, hasta ahora llevo alrededor de hora y media en
esta oficina, a la que había acudido porque tengo un problema que me aplasta el
alma y a punto está de acabar conmigo, y hasta ahora no sé a quién explicarle
el problema. Y después de haber escuchado todo lo que escuché, ya no estoy
seguro de la utilidad de esta oficina, de su director y de sus empleados; y
hubiera sido más fructífero que estos gastos se dedicaran a salvar a miles de
familias palestinas aplastadas a diario por el hambre y el padecimiento, bajo
la ocupación y el asedio.
Nail: ¡Para!… ¡Para! ¿Quién te dijo que esta oficina no es
útil? ¿Acaso quieres una revolución y todo un pueblo sin que tengan
representantes en países alrededor del mundo?
Mansur: ¿Revolución? No veo a mi alrededor ninguna revolución.
Todo lo que veo es una película cómica.
Nail: Compórtate con respeto, sino las consecuencias serán
nefastas para ti.
Mansur: Sí, gran señor de la información .… tú que pasas las
noches pensando en cómo defender el
honor y el derecho de tu pueblo.
Nail: Este chico está loco. ¿Quién trajo aquí a este
retrasado? Le hemos respetado en honor a la Intifada de la que dice que viene.
Mansur: Pues que sepas que nosotros, los hijos de la Intifada,
no tememos ni siquiera a las balas que atraviesan nuestros pechos en defensa de
nuestros derechos y de nuestra patria, como tampoco tememos las prisiones de Israel,
ni a la tortura dentro de ellas; por todo esto te voy a decir una verdad, sin disimulos
y sin rodeos. Esta revolución era la revolución, pero hoy está convertida en
una bufonada, y la verdadera revolución de nuestro pueblo hoy día, y desde hace
años, es la Intifada, que va a conseguir para él todo lo que habéis fracasado
en conseguirlo.
Nail, gritando: Nosotros tampoco nos amedrentamos ante nadie.
Nosotros hemos luchado incluso antes de nacer tú, señor gran héroe, que vino
aquí para insultarnos e insultar a la revolución.
Abul Fadl: Chicos, Mansur no quiso insultar a nadie, él habla
desde la lógica de la herida.
Haizam: Mansur viene de la Intifada, y hay gran distancia entre
su mentalidad y la nuestra aquí en Europa, donde todos nuestros problemas se
limitan a la manera de alcanzar el fin de mes sin haber incrementado nuestras
deudas.
Mansur: Hermanos, hermano Nail… ¿Es
que no os dais cuenta de que os habéis
convertido en meros escribientes y empleados bajo las ordenes de un director
autoritario y temperamental que vive la vida de los acaudalados, como si fuera
el embajador de un país rico? ¿De qué revolución estáis hablando? ¿Acaso seguís
viviendo las fantasías del pasado del cual he leído, y no he vivido? ¿Acaso no
representa esta oficina, y quienes están en ella, la precipitación corriendo detrás de Israel
para ganarse su satisfacción tras haber sido reconocido completamente por esa que llamáis
revolución? Es como si hubiera convertido en una contrarrevolución, o sea, que ya
persigue objetivos contrarios a los que había nacido para conseguirlos.
Haizam: Nosotros aquí nada tenemos que ver con quienes
reconocieron o no reconocieron a Israel. ¿Quién nos escucha acaso? ¿Quién nos
toma en consideración? Ellos lo cocinan todo en Túnez y nosotros nada tenemos
que ver con ello en absoluto. Incluso nuestro director, no es más que un cero a
la izquierda.
Nail: Incluso el mismo pueblo palestino, entero, no tiene relación alguna
con lo que está ocurriendo. Pero yo quisiera decirte, Mansur, que nosotros aquí
tenemos nuestras misiones que cumplir y tenemos nuestro trabajo al servicio de
nuestra causa. Llevamos largos años en este país al servicio de nuestra causa y
nuestro pueblo, por los que hemos sacrificado nuestra juventud, conformándonos
a lo largo de más de veinte años con el escaso sueldo. Algunos de nosotros en
esta oficina siguen recibiendo ayuda económica de sus familias a pesar de que
ya han pasado de los cuarenta años, porque nuestros responsables no quieren
reconocer la carestía de la vida aquí. ¿Para quién hemos vivido en penuria a lo
largo de estos años? Todo eso lo hicimos para explicar nuestra causa y para
representar a nuestro pueblo.
Abu Fadl: Tienes razón, Nail. ¡Qué número más gigantesco de años aquellos que
hemos perdido de nuestra vida!
Nail: Nuestros colegas palestinos, que vinieron a este país en el mismo
período de tiempo que nosotros, ahora son médicos, comerciantes e ingenieros,
viviendo sus vidas respetablemente y lejos de los problemas que nosotros sufrimos
en nuestra vida, y que no hacen más que complicarse aún más, año tras año. ¿Qué
hemos conseguido nosotros de servir a nuestra patria durante veinte años?
Nosotros no queremos nada, Mansur, y sólo aspiramos a que no vengan jóvenes de
la edad de nuestros hijos a insultarnos injustamente.
Haizam: Lo que dices, Nail, es correcto, pero también es triste. Es verdad que
personalmente no hemos conseguido nada de estar sirviendo a nuestra patria,
pero, ¿Y qué es lo que consiguió la patria de nuestros servicios? Ni la patria
se ha beneficiado ni nosotros tampoco. Sin embargo, quien se ha beneficiado ha
sido Abu Nabil y otros como él, quienes llenaron sus bolsillos y llenaron sus
vidas de mansiones, lujosos coches, colegios y universidades británicos y
americanos para sus hijos.
Abul Fadl: Pero nosotros, en esta oficina, somos de los hijos de la revolución
que hubo y que ya se fue. Qué bellos fueron aquellos días, cuando nuestro
pueblo entero, con sus distintas orientaciones, luchaba, en una misma
trinchera, persiguiendo un mismo objetivo. Los fidayin(10) cubrían entonces la faz de la tierra.
Haizam: Sin embargo, hoy nos alegramos de corazón cuando recibimos a alguien
de los hijos de la Intifada como tú, porque vosotros sois los fidayin de
hoy, mientras que en el pasado nos alegrábamos de la misma manera cuando
recibíamos la visita de un fidayin que llegaba para curar aquí sus
heridas. ¿Oye, Mansur, acaso fuiste encarcelado a manos del enemigo?
Mansur: Dos años. Salí de allí hace casi cuatro meses con la condición de
abandonar el país.
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(10)Fidayyin:
Término en árabe con que se denominaban los guerrilleros palestinos.
Haizam: Por supuesto, los enemigos te habrán torturado.
Mansur: Mira aquí… y aquí… son las señales que dejó su tortura. En cuanto a
esta herida es de una bala que me alcanzó mientras tiraba piedras contra sus
soldados. Tenía entonces quince años. Estuve un mes entero debatiéndome entre
la vida y la muerte a causa de esta herida, pero quiso Dios que me sanara.
Haizam: …..
Abu Fadl: ….
Nail: Siento haberme enfadado contigo antes, Mansur.
Mansur: No te preocupes. Pero tengo una pregunta, ¿A quién explico mi problema
en esta oficina?
Abul Fadl: A mí, Mansur. Siendo un problema de dinero explícamelo a mí. Pero
vámonos a mi despacho. Con permiso, compañeros.
Nail: Estate en contacto, Mansur, quisiera tener una larga conversación
contigo.
Mansur: Lo haré, Nail. Hasta luego, Haizam, y que te sea leve lo de las
traducciones.
Haizam: Te veo más tarde. También quiero hablar contigo.
Abul Fadl: Sígueme, Mansur.
Mansur: Vale.
3
Abul Fadl: Cuéntame, Mansur. Espero que no sea nada grave.
Mansur: Es un problema muy complicado para mí y es trágico para mi madre.
Abul Fadl: ¿Y tu padre?
Mansur: Ha caído mártir hace tres años. Era uno de tantos cientos de civiles
asesinados por el ejército de ocupación. Yo vine a este país hace tres meses en
busca de trabajo provisionalmente, mientras…
Abu Masud: Assalamu alaikom. ¿Qué tal estás Abul Fadl? ¿Dónde te habías metido
todo este tiempo, hombre?
Abul Fadl: Había cogido un corto permiso. Venga, entra. Te presento al hermano
Mansur, de los jóvenes de la Intifada. Abu Masud es el encargado de Seguridad
aquí.
Abu Masud: ¿¡De los jóvenes de la Intifada!? ¡Bienvenido! ¡Un abrazo, hombre!
Mansur: Gracias.
Abu Masud: Abu Fadl, no me dijiste aún donde has pasado tus cortas vacaciones.
Pero hermano ¿Tú cuantos cortos permisos tienes al año? Recuerdo que estuviste
de vacaciones hace menos de dos meses.
Abul Fadl: No tengo más permisos de lo que tienen otros en esta oficina, incluido
tú. Pero, hombre, dime ¿A qué se debe que estás tan elegante hoy? Déjame ver …
tu camisa es de Pierre Cardin… y el traje…Dios bendito, es de Yev Saint
Laurent… y la corbata…déjame que vea… Lanvin. Por Dios, tío, que no me cabe
duda de que Francia está feliz de que existas sobre la faz de la tierra. Desde
luego nuestra Seguridad es muy elegante, Abu Masud.
Abu Masud: ¿Por qué dices esto? ¿Acaso tú no te vistes de Lanvin y Pierre Cardin?
Abul Fadl: No, juro que nunca me he vestido de esas marcas, porque, para empezar,
ni siquiera hablo francés…jajaja.
Abu Masud: Jajaja. Pero hablas inglés y por eso no bebes más que Whisky Chivas, o
Johnnie Walker, el de etiqueta negra. Y tu amigo, Abu Assaid, no habla otro
idioma que el español, y por eso no fuma salvo puros Cohiba y Monte Cristo.
Abul Fadl: Mejor dicho, no fuma esta clase de puros excepto un amigo tuyo, que es Abu Nabil, quien apenas
saca el puro de su boca, ni siquiera cuando se va a cama.
Mansur, mascullando: ¡Qué
maravilla! ¡Juro que es una maravilla!
Abul Fadl: ¿Cómo?
Abu Masud: ¿Qué has dicho?
Mansur: Nada. Me estaba lamentándome.
Abu Masud: ¿Lamentándote? Abul Fadl, dale un cigarrillo Dunhill, no
vaya a fulminarte con el mal de ojo.
Abul Fadl: No le has comprendido, Abu Masud.
Mansur: Me lamentaba por lo que ha sido de la revolución y de
los revolucionarios, y de hombres en quienes Palestina depositó sus esperanzas.
Pero claro, como dice el refrán, la gente tiene la religión de sus reyes.(1)
Abu Masud: ¿A qué te refieres?
Abul Fadl: Se refiere a que somos gente fofa. Déjalo, Abu Masud,
pues Mansur es un joven de los que merecen tu admiración, dice lo que siente, y
tiene razón.
Abu Masud: Pero uno debería respetar a los que le superan en edad,
y nosotros ya tenemos casi la edad de su padre.
Mansur: Mi padre cayó mártir hace tres años, y en su vida
conoció el whisky, los puros ni el Pierre Cardin ese, ni siquiera conoció un
solo día agradable desde que se perdió Palestina.
Abu Masud: Nos vemos después, Abul Fadl. No me hace falta
alterarme la sangre.
Abul Fadl: ¿A dónde vas, hombre? ¡Ven! ¡Vuelve!
Abu Nasud: No me hace falta escuchar lecciones en
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(1)
Refrán árabe.
nacionalismo.
Abul Fadl: Ten más cuidado, Mansur. No ahuyentes a la gente de tu
presencia con estos modales.
Mansur: Nuestros modales son los que ahuyentarán al ocupante de
nuestro país.
Abul Fadl: ¿Pero qué culpa tienen los empleados de la oficina? Son
como tu familia.
Mansur: A los empleados de la oficina tengo respeto, con la
condición de que no digan al mundo que ellos representan a una revolución y a
un pueblo degollado, y que no me digan a mí, yo que estoy aplastado bajo el
yugo de la ocupación, humillado, sea de mañana o de noche, que ellos me
representan ante el mundo, o que ellos me lideran. No, Abul Fadl. Por lo menos
debéis reconocer que sois meros empleados … escribientes …y que no estáis en
rebeldía contra nada en este mundo.
Abul Fadl: ¿Entonces, Por qué viniste a esta oficina si no te
representamos?
Mansur: Primero, porque estoy en un estado de desesperación, y
no tengo más que dos caminos que seguir, o la prisión y la tortura o recibir
ayuda de esta oficina. Segundo porque los fondos de los que dispone esta
oficina son propiedad del pueblo, y porque vosotros, supuestamente, estáis al
servicio del pueblo.
Abul Fadl: Sabía que tu problema era de dinero. ¿Acaso no adiviné
eso antes? Tú viniste a este país y se te acabo el dinero y vienes a esta
oficina pidiendo ayuda. Un caso que se repite mucho desde el inicio de la
Intifada.
Mansur: ¿Y qué habéis hecho con los casos que me precedieron?
Abul Fadl: No tenemos presupuesto para tales objetivos.
Mansur: ¿Y cómo os iba a quedar presupuesto para tales
objetivos cuando los gastos de esta oficina bastan como para mantener aldeas
enteras en la provincia de Ramallah. Sólo los gastos de vuestro director
bastarían para el mantenimiento de los habitantes de un campo de refugiados
entero, en Gaza.
Abul Fadl: Lo malo es que no dices más que la verdad. Pero no seas
duro con nosotros y recuerda que miramos estas cuestiones desde dos mundos distintos.
Yo te comprendo perfectamente y espero que nos comprendas. Y ahora dime, ¿Por qué abandonaste la
patria? ¿Acaso el ejército de ocupación te concedió un plazo para que abandones
la patria, amenazándote con devolverte a la prisión si regresas?
Abu Fayez: Assalamu alaikom. ¿Qué tal, Abul Fadl…el mejor
entre los jóvenes?
Abul Fadl: ¡Hola! ¡Hola! Entra, Abu Fayez. ¡Por Dios entra,
hombre! ¿Qué tal estás?
Tengo aquí a un joven procedente de la tierra de la Intifada. Abu Fayez
es el encargado del almacén y de la distribución del correo. He aquí el
hermano, Mansur.
Mansur: ¿Distribución de qué?
Abul Fadl: Abu Fayez es el encargado de supervisar el almacén
y del envío de la correspondencia de la
oficina a todos los destinos, especialmente a los miembros de la comunidad
palestina, además de enviarles las revistas que edita la Organización para la
Liberación de Palestina.
Mansur: Desde que llegué a este país oigo quejas interminables
de parte de los palestinos que conocí acerca de cómo son ignorados del todo por
parte de la oficina, acerca del maltrato que reciben cuando necesitan acudir a
ella, y también que nunca reciben revista o boletín alguno, salvo inusualmente.
Abu Fayez: ¿Y cuando vino, distinguido señor, a este país?
Mansur: Sólo desde hace tres meses. No te enfades conmigo, pero
quiero añadir que he visto en el despacho de Abus Said cientos de libros
amontonados, presa del polvo.
Abu Fayez: ¿Abul Fadl, dijiste que viene de la tierra de la
Intifada? Este chico es toda una Intifada él sólito. Aún así, bienvenido a la
gente como tú, Mansur, que no os comportáis con hipocresía ni con evasivas. Los libros que viste en
el despacho de Abus Said son ejemplares de un libro sobre la cuestión palestina
que hemos editado hace años, y hemos distribuido unos pocos ejemplares, y el
resto se quedó amontonado, como lo has visto.
Mansur: ¡Qué pena! ¿Y
por qué no lo distribuís?
Abu Fayez: Entre nosotros, y Abul Fadl lo sabe, mejor no distribuirlo. Lo ha
editado el anterior director de la oficina, como había editado otros antes,
pero se trata de un libro traducido del árabe y la traducción resultó ser
bastante mediocre. Fue algo vergonzoso. Recibimos muchos toques de periodistas
locales acerca de la mala redacción del libro, por lo que nos abstuvimos de
seguir distribuyéndolo a partir de la llegada de Abu Nabil como nuevo director.
Nos hemos desecho de muchos otros libros e impresos últimamente, y pronto le
llagará el turno al libro que viste en el despacho de Abus Said.
Abul Fadl: ¿Acaso los libros mal editados son nuestro único problema? Mejor será
que nos permanezcamos callados.
El teléfono: Rin…Rin…
Abul Fadl: ¡Diga!...Muy buenos días… ¿Quién? ¿Nayla? Bienvenidas las secretarias
activas, juro que si no fuera por ti y por tu actividad, esta oficina se
hubiera venido abajo sobre nosotros.
El teléfono:……
Abul Fadl: ¿Que Abu Nabil te llamó especialmente para esto? ¿Y por qué no me
llamó a mí directamente?
El teléfono:……
Abul Fadl: ¿Y de dónde vamos a traerle a Bilal ahora? Bilal aún no ha venido.
Vale. Intentaré localizarle. Pero toma nota de que esto es trabajo del
encargado de administración aquí, y no es el mío.
El Teléfono:……
Abu Fadl: ¿Qué Abu Jaled no está? Y claro, no hay en esta oficina salvo Abu
Fadl. Ya te dije que intentaré localizar a Bilal. Hasta luego.
Abu Fayez: Abu Nabil acudirá con Abu Munir al Ministerio de Exteriores y quiere
que le acompañe el señorito Bilal, su traductor particular para ocasiones especiales
como esta. ¿A que eso es lo que quería Nayla?
Abul Fadl: ¿Y dónde encontramos ahora al maldito señorito este? Claro, como es el
niño mimado de Abu Nabil, tiene un horario a su antojo en la oficina, o sea,
sin horario determinado, pues las pautas de su presencia en la oficina las
pacta él directamente con Abu Nabil, ¿Así que, por qué no le localiza él mismo?
Mansur: ¿Y por qué no habla Abu Nabil el idioma del país?
Abu Fayez: ¡¿Acaso estamos tan locos como para nombrar a un representante nuestro
que hable el idioma del país donde nos representa?!
Mansur: Habéis dicho que trabaja aquí desde hace tres años. ¿Y aún no aprendió
el idioma del país?
Abul Fadl: Señor mío, el director anterior estuvo aquí ocho años, y salió de aquí
tal como había entrado… ¡cual sordo en plena entrada de los novios en el
banquete de boda!(1) Cada vez que decía una palabra
necesitaba de un traductor, cada vez que escuchaba una palabra pedía un
traductor, y cada vez que leía una palabra requería de un traductor.
Mansur, mascullando: ¡Qué maravilla! ¡Juro que es una maravilla!
Abu Fayez: ¿Y qué tal está Nayla? ¿Está en paz contigo? O sea, no
ha vuelto a reprenderte como hizo hace unos días?
Abul Fadl: Hermano, entiéndelo, pues ella es la secretaria de Abu
Nabil, o sea, debido a esto ella piensa que se ha convertido en una de los
elegidos por Dios, aunque yo mismo la pago su sueldo cada mes, y es uno de los
sueldos más pequeños de la oficina, por lo que se ve obligada a trabajar en una
empresa de comercial por las tardes.
Mansur: ¿Pero, cómo se permite que la secretaria del director
de la oficina, que está en posesión de todos sus secretos y movimientos,
trabaje en otro sitio, y además no palestino, que puede que esté infiltrado por
parte de los enemigos?
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(1) Refrán árabe, que
refiere a la persona que no se entera de nada de lo que pasa a su alrededor.
Abul Fadl: Juro que tú, Mansur, deberías trabajar aquí como encargado
de seguridad en lugar de la estatua esa que se llama Abu Masud, que entiende de
seguridad lo que yo de hipnotismo.
Abu Fayez: ¿Sabes? Hace dos días pasé con mi coche por delante de
la oficina cerca de las tres de la madrugada y vi que la puerta exterior estaba
abierta y las luces se veían encendidas a través de las ventanas. Bajé del
coche y entré por el jardín hasta la puerta interior encontrándola también abierta,
así que entré a dentro y di una vuelta por las tres plantas de la oficina sin
encontrar a nadie. Apagué las luces, cerré la puerta principal y luego la
puerta exterior que da al jardín. Este caso se ha repetido conmigo varias
veces, así como otras veces con otros compañeros de la oficina.
Mansur, mascullando: ¡Qué maravilla! ¡Juro que es una maravilla!
Abul Fadl: Si no fuera porque Dios nos protege, esta oficina
hubiera volado por los aires desde sus cimientos.
Abu Fayez: No, y lo catastrófico es que los israelíes aquí, así
como los periódicos lacayos, nos acusan a los de esta oficina de ser unos genios
en terrorismo que planifican para redes enteras de terroristas en Europa. ¡Gracias
a Dios que no tienen ni idea de lo que ocurre de verdad!
Mansur: ¿Y quién te dijo que no saben la verdad?
Abul Fadl: Te ruego, Abu Fayez, que le digas a Haifa que busque a Bilal, a través
del teléfono, y que se dé prisa. Qué le diga que alcance a Abu Nabil dentro de
una hora en el Ministerio de Exteriores.
Abu Fayez: Esta chica cada vez que la pido algo me dice que no forma parte de su
trabajo.
Abul Fadl: ¿Qué no forma parte de su trabajo? Es la secretaria de la oficina. Tú
dila que ella es todo en esta oficina y verás cómo se apresura a hacer lo que
la pidas.
Abu Fayez: Prefiero pedir eso que me dices a Widad, la telefonista.
Abul Fadl: No pierdas el tiempo. Esta te dirá que su trabajo es contestar las
llamadas y no buscar personas a través del teléfono, y que esa misión incumbe a
Nayla, por ser la secretaria de Abu Nabil, y tiene razón en ello.
Abu Fayez: Vamos, como si el trabajo de Widad estuviera muy amontonado … como si
recibiéramos cientos de llamadas al día. Está todo el día espantando moscas.
Mansur, mascullando: ¡Qué maravilla! ¡Juro que es una maravilla!
Abu Fayez: Por todos modos no te preocupes. Buscaré a Bilal yo
mismo. Te veo más tarde.
Abul Fadl: Abu Fayez. Un momento, por favor.
Abu Fayez: ¿Qué pasa? Dime.
Abul Fadl: Hombre, llevamos todo la mañana intentando tomar una té o café, pero
no hay ni rastro de Munes, el ordenanza.
Abu Fayez: Difícil.
Abul Fadl: ¿Difícil? ¿Por qué? ¿Ha subido el hombre de rango a un alto cargo sin
que yo lo sepa?
Abu Fayez: No, sino que ha ido a casa de Abu Nabil para ayudar al cocinero a
preparar la comida en honor de Abu Munir.
Abu Fadl: Pero Abu Nabil tiene un cocinero y dos sirvientas. ¿Acaso no es
suficiente? ¿Es que tiene también que quitarnos a Munes y dejarnos a todos aquí
sin servicio?
Abu Fayez: O sea, ¿Si Abu Nabil te pide que vayas a su casa para prestar
cualquier misión, no te irías? Por supuesto que irías, ¡Tú aquí eres un
mandado, y Munes es otro mandado, lo mismo que yo, que soy un mandado, sumiso y
maldito en esta oficina!
Abul Fadl: Ni hablar. Claro que no iría. Yo no hago nada al margen de mi misión y
de los límites de mi empleo. ¿Acaso, Abu Fayez, me comparas con Munes?
Abu Fayez: Yo no comparo a nadie con nadie. Pero aquí todos somos meros ceros a
la izquierda. Por supuesto que a la izquierda de Abu Nabil. Ahora mismo estás
llevando a cabo un encargo que nada tiene que ver con tu responsabilidad, y sólo
porque Abu Nabil te pidió, a través de su secretaria, que le traigas a Bilal de
debajo de la tierra. ¡Vamos, hombre, como si no nos conociéramos aquí! ¡Hasta
luego! ¡Hasta luego, Mansur!
Mansur: ¡Hasta luego!
Abul Fadl: Por Dios que el trabajo en esta oficina parece a una sesión de tortura
diaria.
Mansur: ¿Y por qué no pides trasladarte a otra oficina en otro país.
Abul Fadl: Tengo amigos en casi todas nuestras oficinas en Europa. La mayoría de
ellas son de igual mostrario, ¡Dios es testigo!
Mansur: Perdón, no quiero molestarte. Parece que estás ahora de malhumor. Iré
a buscar a Abu Jaled o a Abus Said.
El teléfono: Rin….Rin….
Abul Fadl: Diga… Hola Abu Muayyad… ¿Qué tal estás?
El teléfono:……
Abul Fadl: Pero ahora no puedo, tengo la visita de una persona que tiene un
problema que resolver. ¿Por qué no lo dejamos por ahora y nos vemos más tarde?
El teléfono:……
Abul Fadl: Vale. Bien. Vengo enseguida. Le traeré conmigo.
Mansur: ¿Pasa algo? Espero que no sea nada grave.
Abul Fadl: Nada que preocuparse. Sígueme.
Mansur: ¡Pero!... ¡Espera un momento!
Abul Fadl: Se trata de Abu Muayyad, el vicedirector de la oficina. Quiere verme
por un asunto que le preocupa, y al mismo tiempo aprovechamos la ocasión para
explicarle tu problema detalladamente. Abu Muayyad te caerá bien. ¡Ten cuidado
con este peldaño, está roto! Abu Muayyad
es muy enfadadizo, así que te ruego no sobrepasarte al hablar con él.
Mansur: Pero si yo no me vine aquí para sobrepasarme con nadie. Vine porque
tengo un problema y no pretendo otra cosa que solucionarlo.
Abul Fadl: Sígueme hasta el final del pasillo… hola, Nayla.
4
Abul Fadl: Assalmu alaikom.
Abu Muayyad: Alaikom assalam. Entrar. Hola, bienvenidos.
Abul Fadl: Te presento al hermano Mansur Attiyah. De Ramallah. De los héroes de
la Intifada.
Abu Muayyad: Es un honor. ¡Ha descendido
sobre nosotros la bendición de Dios, hermano Mansur. Por favor, siéntate.
Mansur: El honor es el mío.
Abul Fadl: ¿Qué ha pasado? Por teléfono me di cuenta de que
estabas preocupado.
Abu Muayyad: No, en absoluto. Lo que pasa es que la Asociación de
amigos de palestina, que, como sabes, todos sus fundadores y miembros son ciudadanos
de este país y defensores sinceros de nuestra causa; me pidió que les enviara a
alguien de nosotros para dar algunas charlas sobre la causa palestina en el
marco de un gran festival cultural que organiza, exclusivamente dedicado a
explicar la tragedia de nuestro pueblo desde que los israelíes lo expulsaron de
su tierra en 1948 hasta hoy día. Este festival tendrá lugar la próxima semana,
en el norte del país.
Abul Fadl: Es una asociación excelente, ojalá hubiera más
asociaciones como esta. ¿Pero, donde radica el problema?
Abu Muayyad: El problema, señor mío, es que no encuentro a nadie en
la oficina en el que pueda yo confiar esta tarea.
Abul Fadl: O sea, el mismo problema repitiéndose de vez en cuando.
Abu Muayyad: Pues sí, porque Abu Nabil, como sabes, queda totalmente
fuera de este asunto.
Mansur: ¿Por qué?
Abu Fadl: Porque no habla el idioma del país. A veces se encarga
de dar esa clase de charlas, pero sus intervenciones se convierten en una
suerte de tortura para los asistentes, ya que hay que traducir cada frase que
dice, lo que convierte su charla en un proceso interminable. Además, rara vez
la traducción expresa verazmente el contenido original.
Abu Muayyad: En cuanto a mí, yo tengo varios compromisos para la
semana que viene.
Abul Fadl: ¿Y Nail? Es el encargado de comunicación y dio charlas
de esta clase en el pasado.
Abu Muayyad: Pero tú sabes que desde la llegada de Abu Nabil a esta
oficina no volvió a dar charla alguna.
Mansur: ¿Por qué?
Abul Fadl: A Abu Nabil no le cae bien Nail. El asunto es así de
sencillo. Por eso limitó la tarea de las charlas, la participación en tertulias
o las entrevistas radiofónicas y televisivas, a él mismo y a Abu Muayyad.
Mansur, mascullando: ¡Qué maravilla! ¡Efectivamente es una
maravilla!
Abu Muayyad: ¿Qué has dicho, hermano Mansur?
Mansur: No. Nada. Hablaba conmigo mismo.
Abul Fadl: ¿Y qué se puede hacer al respecto?
Mansur: ¿Pero, es que no hay entre todos los empleados de la
oficina quién se le pueda encargar esta tarea?
Abu Muayyad: ……
Abul Fadl: Personalmente yo, mi trabajo son las cuentas, y nunca
tuve nada que ver con dar charlas. En cuanto al resto de los empleados, cada
uno tiene su especialidad.
Mansur: ¿Cómo? ¿Y la cuestión de nuestro pueblo? ¿Y sus
sufrimientos a mano de los criminales ocupantes? ¿Y su dispersión y humillación desde
1947? ¿Quién explica eso a la gente culta en este país?
Abu Muayyad: Está claro que eres nuevo en este país y en Europa, hermano Mansur.
Dar una charla o conferencia ante un público culto y responder después a sus
preguntas, que muchas veces son comprometedoras y cuyas respuestas requieren
de profundos conocimientos en el tema de
la charla o conferencia, exige que el nivel cultural del conferenciante sea
alto, además de ser audaz y de mente ágil.
Abul Fadl: Ninguno de los empleados de la oficina reúne estos factores, incluido
servidor.
Mansur, mascullando: ¡Qué maravilla! ¡Juro que es una maravilla!
Abu Muayyad: ¿Cómo?
Abul Fadl: ¿Entonces, que se pude hacer, Abu Muyyad?
Abu Muayyad: He pensado en Kamel, representante en este país del Frente Popular para la Liberación de
Palestina. Y no sería la primera vez que acudimos a él. Y él, como sabes,
siempre protesta por lo que llama nuestro monopolio de los eventos populares
impidiendo la participación de los representantes de las otras facciones
palestinas. ¿Qué opinas?
Abu Fadl: Una buena idea con la que matarás dos pájaros de un
tiro.
Abu Muayyad: ¿Pero, crees que sería
aceptada por Abu Nabil? No he podido hablar con él desde el inicio del
turno aquí, mientras el presidente de la asociación ya me llamó varias veces
pidiéndome el nombre del conferenciante para incluirlo en el programa del
festival que va a ser impreso y distribuido por correo. Le prometí llamarle
dentro de media hora.
Abul Fadl: En cuanto a Abu Nabil, no sé si aceptará esta idea o
no, pues sus reacciones son imprevisibles.
Mansur: Permitirme que me entrometa de nuevo. Lo importante es
explicar nuestra causa a los extranjeros, especialmente los cultos de entre
ellos, y no que Abu Nabil acepte o se enfade.
Abu Muayyad: Tienes razón. Pero nuestro trabajo aquí tiene otras
consideraciones y circunstancias que puede que no estés tomando en cuenta.
Mansur: Si los extranjeros han fundado una asociación como esta
para defender nuestros derechos, y han organizado tamaño festival para explicar
nuestra causa, ¿Qué pretexto puede existir sobre la faz de la tierra que
justifique nuestra indecisión a la hora de participar en su festival cultural o
nuestra demora en poner a su disposición lo que solicitan?
Abul Fadl: Opino que debemos encargar a Kamel de esta misión sin
más vacilación, especialmente porque tiene experiencia en este campo y ha
participado ya en muchos de estos festivales y conferencias a lo largo de los
últimos años.
Abu Muayyad: Esto es lo que quería de ti, Abul Fadl. Tu opinión
acerca de encargar a Kamel de esta tarea, pues tú sabes cuánto confío
precisamente en tu opinión.
Abul Fadl: Al cabo de veinte años de trabajar juntos, la confianza
entre nosotros se ha convertido en recíproca, Abu Muyyad.
Mansur: ¿Veinte años?
Abul Fadl: Sí. O sea antes de nacer tú, señor.
Mansur: ¿Sois los empleados más antiguos de esta oficina?
Abu Muayyad: No. La mayoría de los empleados aquí hemos empezado a
trabajar juntos hace veinte años, durante los cuales se han sucedido los directores, unos válidos
y otros ineptos.
Abul Fadl: Ahora que hemos
zanjado el asunto de las charlas, quiero que intentes, Abu Muayyad, resolver
otro problema, el del hermano Mansur. El pobre le hemos mareado en esta oficina
llevándole de un despacho a otro a lo largo de más de dos horas, y aún no
sabemos cuál es su problema exactamente, ya que hemos tocado con él temas
dispersos, sin darle la ocasión de explicarse.
Abu Muyyad: Cuéntame, Mansur?
Mansur: Resumiendo, Abu Muayyad, los israelíes me han sacado de
la prisión hace cuatro meses con la condición de marcharme de la patria, y me
han amenazado con volver a detenerme de nuevo si regreso. Vine a este país
buscando trabajo provisionalmente, pero fue inútilmente, hasta que se me acabó
el dinero que había traído conmigo, y llevo un mes dependiendo de la ayuda de
algunos hermanos palestinos aquí, por lo que me he visto obligado a acudir a la
oficina para pediros ayuda.
Abu Muayyad: Pero tú sabes, Abul Fadl, que un problema como este no
lo puede resolver salvo Abu Nabil en persona.
Mansur: Pero, Abu Muayyad, ¿Existe la posibilidad de conseguir
ayuda de la oficina? Mi situación ya es inaguantable y tal vez prefiero la
prisión y la tortura en la tierra patria a esta situación humillante. Si no
fuera por temer por la salud de mi madre hubiera regresado a presidio sin
pensarlo más, o no hubiera aceptado desde el principio abandonarlo bajo estas
condiciones.
Abu Muayyad: Repito, Mansur, que la decisión está en manos de Abu
Nabil.
Mansur: Abul Fadl me dijo que, para empezar, no tenéis
presupuesto para tales ayudas.
Abu Muayyad: Correcto. Pero a veces prestamos ayuda de los fondos
dedicados a otros apartados.
Abul Fadl: Me temo Mansur que, tendrás que regresar a la oficina
mañana para poder entrevistarte con Abu Nabil.
Abu Muayyad: No tienes escapatoria de regresar mañana.
Abul Fadl: Mañana haremos que entres al despacho de Abu Nabil
inmediatamente, y seguro que estará acompañado de Abu Munir, y eso puede que te
facilite las cosas.
Mansur: O puede que Abu Nabil no me reciba con el pretexto de
que esta reunido con Abu Munir.
Abu Muayyad: Por todos modos te voy a dar la dirección de una
asociación palestina que es la única que existe en este país, y que ya prestó
modestas ayudas a algunos jóvenes. Espero que puedan ayudarte también.
Abul Fadl: La Asociación Jerusalén. ¿No es así?
Abu Muayyad: ¿Acaso existe otra? Toma, Mansur, el número de su
presidente, y dile que le llamas de mi parte.
Mansur: Gracias. Entonces me voy, con vuestro permiso.
Abul Fadl: Te acompañaré.
Abu Muayyad: Que te vaya bien. Te esperamos mañana, Mansur.
Mansur: Inshallah (Dios mediante).
Abul Fadl: Otra vez atravesaremos este pasillo y tendré que
saludar a Nayla al pasar por delante de la puerta de su despacho. Oh, no está.
¿Tienes dinero, Mansur?
Mansur: Sí. Tengo.
Abul Fadl: Sin embargo toma este billete de momento.
Mansur: No...No… No vine aquí a mendigar.
Abul Fadl: Hermano, Ojalá mañana se resuelva tu problema. Pero de
momento, hijo, toma este billete.
Mansur: Eres un hombre noble, Abul Fadl, sin embargo, esperaré
hasta mañana a ver qué resultado habrá en esta oficina, aunque no espero nada
bueno. Te ruego que guardes tu dinero.
Abul Fadl: Bien. Pero si necesitas algo no seas duro contigo
mismo, y que sepas que haberte conocido hoy, aunque fue por poco tiempo, te ha
enaltecido en mi corazón, así que no me defraudes.
Mansur: Gracias, Abul Fadl. Es un sentimiento recíproco.
Abul Fadl: No te olvides de llamar a la Asociación Jerusalén.
Mansur: Los llamo hoy.
Abul Fadl: Hasta luego. Te esperamos mañana.
Mansur: Hasta luego.
Fin
1992 (Traducción
2024)
Relato publicado en
la colección de relatos: MARIAM, de Saïd Alami (Ed. Dar Al Karmel, Amman,
Jordania, 1995).
Comentando este relato, dentro del prólogo
del libro, el escritor y editor palestino, Khalil Assawahiri (1940-2006), ha
escrito lo siguiente: “No tengo más remedio que subrayar el formato narrativo
adoptado por el escritor en su relato (Té o café), en el que pudo presentar, a
través del diálogo, (sin acudir en absoluto a la narración) un contenido
narrativo puro, sin que el lector sienta a lo largo del mismo que exista
ninguna alteración narrativa o perturbación en la secuencia o hilo narrativo, que
hubiera podido causar que la estructura estética del relato se convierta en ¨una
obra de teatro¨ en lugar de ¨un relato¨, cosa que rara vez es conseguida por un
autor sin que su relato pierda sus rasgos narrativos, total o parcialmente”.