AMARZAD, EL MAGO FLOR Y LOS CINCO REINOS 

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AMARZAD, EL MAGO FLOR Y LOS CINCO REINOS 

Saïd Alami

En entregas semanales 


(Entrega 26)

22 agosto 2022 


….La luna se había puesto hacía un buen rato cuando se presentaron en el campamento principal los dos jinetes del primer destacamento explorador, informando a Burhanuddin de que el grueso de tropas de Rujistán apostadas a ambos lados de la calzada podía ser de unos quinientos hombres y que la mayoría de ellos estaban durmiendo a esa hora.

Burhanuddin, tras escuchar estas informaciones tan vitales, estaba ya impaciente esperando la llegada de los exploradores del segundo destacamento, que efectivamente no tardaron en hacerlo. Estos informaron de que el número aproximado de soldados enemigos pasaba del millar, en un campamento bien oculto, cuya ubicación y extensión quedaron bien descritas por ambos.

Los cuatro exploradores coincidieron en señalar ante Burhanuddin su impresión de que todas esas tropas enemigas llevaban allí desde hacía mucho tiempo, a juzgar por el aspecto y el estado en el que se encontraban sus campamentos. Además, todos los informantes coincidieron en señalar la actitud de confianza y tranquilidad en el que se encontraban esas tropas, montando pocas guardias. También expresaron su convencimiento de que las tropas de Rujistán, que, de hecho, se encontraban dentro del territorio de Qanunistán, no se habían enterado aún de que las tropas de Burhanuddin estaban ya cerca, pues lo más probable era que tras aplastar a la pequeña tropa que acompañaba al príncipe Johar, creyeran que Qanunistán no iba a atreverse a enviar nuevos emisarios a Nimristán.

Burhanuddin decidió lanzar el ataque de inmediato, pasando a debatir la situación brevemente primero con Muhammad Pachá y luego con Shakur y otros destacados oficiales de su tropa. Todos expresaron su apoyo a la decisión de lanzar un ataque cuanto antes. El joven caudillo acudió a la pabellón de Amarzad para informarla y despedirse de ella. La princesa también le expresó su total apoyo y le deseó volver victorioso y vengar la muerte del príncipe Johar y de sus caballeros.

Reunidas las tropas, todas a caballo y bien pertrechadas, Burhanuddin las arengó brevemente, recordándoles a todos que aquella iba a ser la primera batalla en la guerra contra los invasores rujistaníes, que de hecho ya estaban ocupando esa parte del territorio qanunistaní, y que debían dar al enemigo una lección que no olvidase nunca y que le hiciera recapacitar muchas veces antes de atreverse a iniciar su gran ataque contra Qanunistán.

—Una victoria sobre el enemigo esta noche puede salvar a nuestro país de la gran invasión que están preparando en Zulmabad —dijo Burhanuddin al final de su arenga, rogándoles permanecer en silencio cuando él terminara de hablar y hasta el momento de entrar en combate.

Burhanuddin había decidido cambiar su plan de ataque, en el que ya no hacía falta que la avanzada de Mamnun hiciera las veces de anzuelo. El plan consistía en dividir a sus tropas en dos cuerpos, el primero de ellos de quinientos caballeros que atacarían al campamento enemigo levantado a ambos lados de la calzada, a una hora de marcha. Este cuerpo, al que guiarían los dos exploradores del destacamento de Sayaf, marcharía bajo el mando de un experto guerrero llamado Taimur, e iba a contar con la valiosa ayuda de la tropa de Sayaf, que se encargaría de sorprender a la retaguardia. El segundo cuerpo de novecientos caballeros al que guiarían los dos exploradores de la tropa de Abhay, iría bajo el mando del propio Burhanuddin, y abordaría a las fuerzas enemigas apostadas lejos de la calzada, contando siempre con el apoyo del destacamento de Abhay, que atacaría la retaguardia. En el campamento se quedarían Shakur junto a trescientos caballeros para proteger a la princesa y al gran visir, a quien el sultán Nuriddin le tenía prohibido entrar en combate, salvo en defensa propia.

Burhanuddin discutió el plan minuciosamente con Taimur antes de marchar cada uno a la cabeza de su tropa cuando faltaban aún tres horas para el amanecer. Al llegar ambos a donde estaba la avanzada de Mamnun, el joven caudillo le ordenó a este mantener a su destacamento a toda costa en medio de la calzada cuando se iniciase la batalla con el fin de formar una barrera que partiera en dos las fuerzas enemigas apostadas a ambos lados del camino, recibiendo siempre las órdenes de Taimur.

Allí, donde estaba esperando la avanzadilla de Mamnun, se separaron ambas tropas. La de Taimur siguió su camino por la calzada, pero sin pisar el empedrado, sino a ambos lados del camino donde los caballos pisaban tierra blanda y mitigaban el ruido. Mientras, Burhanuddin, guiado por los dos exploradores, se adentraba en la oscuridad de la espesura en dirección sur hasta que llegó a donde estaba esperando el destacamento de Abhay, quien le indicó al joven pachá las dimensiones exactas del campamento del enemigo, que a esa hora se encontraba en un completo silencio: la mayoría de los soldados estaban sumidos en un profundo sueño. Burhanuddin escogió a unos cuantos de sus hombres para atacar personalmente la pabellón principal del campamento, donde se alojaba el comandante de las tropas invasoras. Las tropas qanunistaníes iban moviéndose cautelosamente, con mucho sigilo, sin producir ruido, hasta tener al campamento enemigo completamente asediado, lanzando entonces un ataque desde todas partes que sorprendió enormemente a las tropas rujistaníes invasoras, cuyos soldados fueron vergonzosamente derrotados, en una batalla atroz en la que cientos de invasores cayeron y el resto fueron hechos prisioneros. Al irrumpir Burhanuddin, montando su magnífico Barq, en la pabellón del comandante enemigo, este ya había reaccionado, erguido sobre la montura de su caballo, lo mismo que sus lugartenientes que habían acudido a su llamada. La lucha entre estos y Burhanuddin, junto un grupo de sus hombres, fue intensa y feroz, en la que los caballeros del comandante invasor iban cayendo uno tras otro, incluido el propio comandante enemigo, a manos de Burhanuddin. Al amanecer, el aspecto del campamento rujistaní era lo más parecido a un cementerio al aire libre, oyéndose por todas partes los quejidos, lamentos y gritos de dolor de los heridos. Las bajas entre los soldados de Qanunistán eran ínfimas tratándose de una batalla de aquel calibre.

En el frente de la calzada, Taimur, Sayaf y Mamnun también habían sorprendido a las tropas del enemigo que lucharon desesperadamente, pero que en su mayoría cayeron bajo las espadas qanunistaníes, en una batalla que duró hasta después del amanecer.

Las tropas de Qadir Khan habían sufrido tal derrota a manos de Burhanuddin y sus tropas como no se recordaba en decenios de enemistad y conflictos armados entre ambos países.

Sin embargo, lo que no se le había pasado por la cabeza a Burhanuddin ni a sus lugartenientes era la existencia de una tercera tropa de Rujistán, no lejos del campamento qanunistaní, donde se encontraban Amarzad y Muhammad Pachá, en una posición alejada de la calzada, y que no había sido detectada por los exploradores qanunistaníes. Era la más numerosa de todas las fuerzas de Qadir Khan infiltradas en aquella región de Qanunistán, compuesta de unos mil hombres, comandada por un terrible guerrero llamado Jabur. Las patrullas de Jabur habían detectado el campamento de Amarzad y Muhammad Pachá cuando habían transcurrido dos horas de la salida del mismo de las tropas de Burhanuddin. Jabur creyó que en ese campamento se concentraba todo el grueso de las tropas qanunistaníes y no quiso perder tiempo ante la oportunidad que se le brindaba de una victoria fácil en la que aniquilaría al enemigo, sorprendiéndolo mientras dormía, en un paseo militar.

Shakur se mantenía en máxima alerta junto a su tropa, por lo que no fueron sorprendidos cuando Jabur, encabezando la mayor parte de sus tropas, lanzó su terrible ataque. La lucha se hizo encarnizada, con la pabellón de Amarzad fuertemente protegida, porque esta y la pabellón del gran visir eran los objetivos principales que intentaban alcanzar las tropas atacantes, que triplicaban en número a las de Shakur.

Junto a Shakur, el gran visir luchaba con gran destreza y valentía, pero muchos caballeros de Qanunistán iban cayendo en una lucha sin cuartel en la que también el enemigo sufría numerosas bajas en sus filas. La reacción de la tropa de Shakur al ataque había sorprendido enormemente a Jabur y sus lugartenientes, pero estos estaban seguros de obtener rápidamente la victoria ante el reducido número de los hombres de Qanunistán. No obstante, no fue así.

Casi a la hora de haberse iniciado la espeluznante batalla, Shakur, quien lo veía todo perdido, irrumpió en la pabellón de la princesa, que estaba fuertemente rodeada por su escolta, para pedirle que se apresurara a montar en el carruaje para escapar del lugar ante el inminente peligro al que estaba expuesta, con las tropas de Jabur ya a punto de alcanzar su pabellón.

En este momento, tras escuchar las palabras de Shakur, Amarzad, atenta al ruido de las espadas y los gritos de los combatientes que ya luchaban en el mismo umbral de su pabellón, sintió que ya tenía derecho a defenderse a ella misma y a sus hombres, y sin mediar palabra se lanzó cual rayo con su vestido blanco por encima de las tropas de Jabur, que se quedaron atónitos al ver aquel espectáculo nunca imaginado.

Desde la altitud, la princesa iluminó con su vestido la tierra debajo de ella, con luces de múltiples colores y empezó a disparar los rayos mortales de su anillo esférico, su corona y su collar, que alcanzaban con precisión, a cada instante, a los soldados enemigos, causando auténtico pavor en las tropas atacantes, que se daban a la fuga masivamente, horrorizados y casi perdiendo la razón, con Amarzad persiguiéndolos por el aire y acorralándolos por todas partes, a una velocidad vertiginosa, pasando a veces a muy poca altura, casi rozando las cabezas de sus enemigos que chillaban enloquecidos. Dejaban tras de sí un largo reguero de soldados tirados por el suelo, solo se salvaron Jabur y un puñado de sus hombres. De nada sirvió la valentía de algunos de los soldados de Jabur de quisieron enfrentarse a Amarzad, lanzando contra ella sus flechas o sus lanzas. Esta terrible y alucinante escena duró un largo rato, con Muhammad Pachá, Shakur y todos sus soldados observándola atónitos, boquiabiertos, pero con gran satisfacción. Fue una derrota atroz que Jabur nunca hubiera imaginado y que venía a sumarse a las otras conseguidas casi a la misma hora por las tropas de Burhanuddin y Taimur.

Al regresar Amarzad al campamento, fue recibida con emocionantes muestras de agradecimiento por Shakur, Muhammad Pachá y los caballeros. Todos se debatían entre la gran alegría de haber salido victoriosos de aquella desigual batalla y la profunda tristeza al ver aquel gran número de bajas que habían sufrido. Shakur ordenó enterrar a los muertos, labor esta que se prolongó largo tiempo. Poco después de la salida del sol llegó al campamento un jinete enviado por Burhanuddin que llevaba la buena nueva de la doble victoria y ordenaba a Shakur seguir su camino hasta encontrarse con el grueso de la tropa.

A la caída de la tarde, Shakur ordenó levantar el campamento y reanudar la marcha, pero no antes de reunir a sus hombres y arengarles, elogiando la heroicidad que mostraron en la lucha contra las tropas enemigas y pidiéndoles, por expresa voluntad de la princesa, no hablar con nadie de lo que la habían visto hacer en la batalla. Shakur les pidió jurar que mantendrían el secreto y así lo hicieron todos con voz alta, cómo no, cuando todos sentían que a la princesa debían sus propias vidas. Estaban dispuestos a hacer lo que fuera por esa princesa con la que todos estaban maravillados.

A la llegada del destacamento de Shakur, las tropas de Burhanuddin y las de Taimur ya se habían juntado a ambos lados de la calzada en un ambiente bullicioso en el que todos celebraban la victoria que acababan de cosechar. La alegría de los caballeros fue en aumento al enterarse todos de la tercera contundente victoria, conseguida por la tropa de Shakur sobre el regimiento de Rujistán, aunque empañada por el gran número de bajas sufridas, y sin ser informados con detalle de lo acaecido contra las tropas de Jabur. Burhanuddin fue informado por Shakur en detalle de lo acontecido en la tercera batalla, lo que le causó una gran consternación, aunque después se congratuló por la gran victoria conseguida sobre el enemigo gracias a la intervención de Amarzad.

Los prisioneros rujistaníes fueron enviados a Dahab, custodiados por un fuerte destacamento encabezado por Mamnun, y sin perder más tiempo, Burhanuddin reanudó la marcha hasta la caída de la noche.

Al día siguiente, ya dispuesto a adentrarse en territorio de Nimristán, Burhanuddin ordenó a Taimur permanecer con su tropa patrullando aquella zona fronteriza hasta su regreso junto a la princesa y el gran visir de su misión en Nimristán, poniendo bajo sus órdenes a Abhay y a Sayaf. Shakur acompañaba a Burhanuddin, como lugarteniente de este, encabezando un destacamento formado por tres centenares de hombres, todos a caballo.

Aquella noche, el encuentro entre Amarzad y Burhanuddin fue muy emotivo. Ella daba las gracias a Dios por haber salvaguardado a su amado y por haberle otorgado aquella importante victoria. Ella le hablaba eufórica y feliz por tenerle de nuevo a su lado, mientras que él caminaba a su lado cabizbajo y pensativo. Al verle en aquel estado, ella se detuvo y le miró a la cara.

—Entiendo tu tristeza, que es la mía propia, por todos los caídos en estas batallas, sean los nuestros o los de Rujistán. Maldita guerra provocada por el desalmado de Qadir Khan, y todo por apoderarse de más riquezas, someter a nuestro sultanato y humillarnos.

—Tienes razón, Amarzad, efectivamente, esta es la causa de mi tristeza, a pesar de las victorias conseguidas.

Ni Amarzad ni Burhanuddin hicieron la menor mención del papel de ella en la batalla contra las tropas de Jabur, aun cuando ella sabía a ciencia cierta que él había sido informado con todo detalle de los hechos por Muhammad Pachá y Shakur.

Ambos continuaron su paseo, callados, intercambiando dulces miradas: miradas cálidas de ánimo.

 

 21. El mago Flor en el planeta Kabir

 

En el planeta Kabir, la Hermandad Galáctica de Magos se enfrentaba a un muy complicado problema, pues los invasores de su planeta eran seres con tecnología muy adelantada, nunca vista por los magos. Estos se mantenían fuertes en sus castillos, protegidos por sus escudos impenetrables, mientras los invasores habían venido a bordo de miles de naves espaciales de varios tamaños; las más grandes tenían la envergadura de una colina, y también iban provistas de escudos que los salvaguardaban y que no eran visibles, ni siquiera para los magos.

Ya habían llegado a Kabir el gran mago Svindex —como se conocía allí al mago Flor— y sus veinte compañeros. Los invasores no habían iniciado ningún ataque aún contra los castillos, que eran lo único que se veía construido en el planeta. Esos castillos eran como una suerte de baluartes dedicados expresamente a proteger sus zonas de posibles invasiones extrakabirrestres, aunque hasta aquel momento nunca había tenido lugar tal invasión. Sin embargo, la Hermandad Galáctica de Magos predecía desde hacía largo tiempo un intento de conquista por parte de seres procedentes de otros planetas.

Las naves espaciales, todas de superficie metálica de color gris oscuro y mate, permanecían colgadas en el aire, a distintas alturas, quietas, sin ningún signo de vida a bordo, como si fueran tumbas caídas del cielo, sin producir

ruido o sonido alguno, pero sí emitían luces intermitentes desde múltiples y pequeños orificios ubicados en toda su superficie. Además, esas extrañas naves, que los magos denominaban «naves voladoras», en apariencia carecían de puertas y ventanas.

Este escenario causaba una gran perplejidad entre los magos, pero también un respiro, pues seguían llegando refuerzos de magos de numerosos planetas de la Hermandad, pertenecientes a sistemas planetarios de aquella parte de la galaxia.

Xanzax había citado a los magos recién llegados a una magna reunión en el Castillo Rojo, invisible salvo para los magos de la Hermandad, ubicado en lo alto de una montaña, que hasta aquel momento no había sido alcanzada por los invasores.

Un ambiente de preocupación y tristeza reinaba entre los presentes, que se disponían a participar en la reunión, pues nadie ocultaba la perplejidad que sentían ante una situación en la que nunca pensaron que podían verse envueltos.

Iniciada la reunión, Xanzax se dio cuenta de la ausencia del mago Flor, lo que le alarmó, dado que para el mago supremo galáctico su amigo Svindex era pilar fundamental de cualquier plan o proyecto de envergadura que pretendieran acometer los magos de la Hermandad, fuera de la naturaleza que fuera. Xanzax preguntó por el mago Flor repetidas veces, retrasando por ello el inicio de la reunión, pero nadie de los presentes pudo localizarle o dar razón de su paradero.

—Hermanos —empezó a decir Xanzax al inaugurar la reunión—. He de comunicarles que hemos podido verificar que los invasores a los que estamos enfrentados en estos momentos, que han venido a bordo de esos miles de carros que todos habéis podido ver en el cielo, proceden del planeta Qalam, del sistema planetario de la estrella Kaff, que como sabéis no queda muy lejos de nuestra estrella, Alderamin.

—Pero ¡¿qué clase de carros voladores son estos, capaces de quedarse colgados en el cielo, inmóviles durante todo este tiempo, pues llevan días parados?! —exclamaba en voz alta uno de los magos participantes, dirigiéndose a Xanzax—. Nunca antes hemos visto algo así.

—Que no nos extrañemos si nos topamos ahora con seres que poseen unos conocimientos y ciencias de las que hasta ahora carecemos nosotros, que creíamos que éramos los más sabios de la galaxia, los que poseemos más capacidad y los más poderosos —subrayó Xanzax.

—¡Por supuesto que somos los que más sabemos y más conocimientos tenemos en toda esta parte de la galaxia! —vociferó, poniéndose en pie, uno de los magos, sentado algo alejado de Xanzax.

—Pues, amigos míos, como hemos podido comprobar, estos invasores vienen a decirnos que por más ciencia que poseamos y por más poderosos que pudiéramos ser, siempre puede haber quienes nos superen en ciencia y poderes —insistió Xanzax—. Nadie, ningún ser ni ningún pueblo domina todas las ciencias, ni tampoco posee todo el poder. Ese dominio total y global es algo exclusivo de Dios, únicamente —sentenció.

Un murmullo generalizado, de alabanzas a Dios, inundó el vasto salón donde se celebraba la conferencia, en señal de aprobación por lo que acababa de decir Xanzax.

—¡Pero qué enigma hay detrás de ese silencio y ese encierro de los invasores extrakabirrestres! —exclamaban unos y otros, en voz alta—. ¿Se habrán muerto todos al llegar a Kabir?

—Eso es mucho suponer, amigos míos. Claro que no están muertos —respondió el gran mago galáctico—. Y como veis, nada podemos hacer contra ellos si permanecen encerrados en esos carros voladores inmóviles, aislados y al parecer sin ninguna intención de establecer comunicación. Nosotros hemos intentado relacionarnos con ellos, así como también atacarlos, y todos vosotros sabéis los fracasos que hemos cosechado en ambas direcciones.

Muchos de los presentes narraron cómo intentaron alcanzar las naves mentalmente y fracasaron. Otros lo habían intentado adoptando diversas y dispares formas de vida, sin éxito.

—Os he llamado a todos hoy, que sois los líderes de vuestros planetas en el mundo de la magia —prosiguió hablando Xanzax—, para que cada uno de vosotros aporte su grano de arena de modo que seamos capaces de reorganizarnos de la manera más eficaz para hallar una solución a esta situación.

Continuará……

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